El uso de la magia sexual y de plantas alucinógenas del anillo de tropano (como la mandrágora y la belladona) por la brujería medieval derivó en la representación actual de una bruja volando en la noche con su escoba, a pesar del profundo misterio que ahí yace.
La mayoría de nosotros crecimos con la imagen caricaturesca de una bruja con su palo de escoba volando por la noche, probablemente despeinada y horripilante. Esta imagen mítica tiene un trasfondo simbólico sumamente interesante que más allá de esta versión pop oculta un profundo conocimiento farmacológico y una tradición esotérica que generalmente pasa desapercibida en un análisis superficial de la brujería como una mera superstición.
El misterio de la brujería occidental yace fundamentalmente en la sexualidad y en los alcaloides del anillo de tropano. Numerosos cronistas hablan del famoso ungüento para volar de las brujas. Según Johann Weyer (1515–1588) esta cocción brujeril tenía como ingrediente principal el beleño negro (una planta que contiene hioscamina, al igual que la datura) y la belladona (atropina). Cuando la preparación era aplicada en los muslos y en los genitales inducía la sensación de volar. Se creía que las brujas volaban para encontrarse con el diablo en el Sabat y tener comercio carnal.
Esto nos lleva al simbolismo de la escoba, ya que es muy poco probable que un palo sirva como nave espacial. Algunas tradiciones sugieren que las brujas untaban el ungüento (“diabólico”) en estos palos y se masturbaban con él para absorber las sustancias psicoactivas (mandrágora, beleño negro, belladona) por la mucosa (la vagina es un medio muy efectivo de ingestión farmacológica). Por otra parte existe la posibilidad de que estos “palos” hayan sido troncos de árboles sagrados, usados como símbolos del axis mundi (esta práctica se difundió mucho entre los druidas y es imitada por Stephen Dedalus en el Ulysses de Joyce). Tradicionalmente el axis mundi es el centro simbólico del mundo que une las dimensiones superiores con las inferiores, una especie de eje cósmico, pero también es representado como una escalera que permite ascender a las regiones del espíritu (el vuelo simboliza este ascenso espiritual o astral). En este sentido el palo de escoba, báculo o falo, es lo que le permite a una bruja unir los mundos (como arriba, es abajo) y volar (en el éxtasis de la cópula que desprende su cuerpo)
En el antiguo paganismo se celebraba el hierosgamos, el matrimonio sagrado entre las fuerzas masculinas del Cielo y las fuerzas femeninas de la Tierra. Como parte de esta celebración ligada a la fertilidad, los sacerdotes y las sacerdotisas encarnaban en rituales a los dioses y a las fuerzas de la naturaleza, reviviendo así el eterno drama cósmico. Esto posiblemente hacía que algunas “brujas” representaran el papel de una diosa de la naturaleza copulando con dioses del cielo —y adorando el gran falo solar— para sucitar la fertilidad. Algunas brujas probablemente...