jueves, 20 de marzo de 2014

Los penes en Bután ahuyentan a los demonios






ya que piensan que favorecen la fertilidad, ofrecen protección contra el mal y ayudan a luchar contra los rumores maliciosos.


La creencia proviene del lejano siglo XV en donde un monje budista "demostró" la capacidad de su falo "para alejar los malos espíritus y transformarlos en deidades protectoras" cuando subyugaba a "demonias" con su parece ser que poderoso "instrumento". No me digan que no es divertido, vean lo que se tuvo que inventar el rijoso monje para poder fornicar con sus convecinas. Que una jóven del pueblo de al lado se comportaba de manera extraña (señal inequívoca de posesión demoniaca), exorcismo fálico al canto según nuestro avispado y priápico monje.


En su honor se modeló su pene erecto construido en bambú con mango de plata, estatua que según los creyentes posee el poder divino de ayudar a las parejas sin hijos a procrear. Lo que no sé es en qué consiste en realidad el ritual que implica a este legendario consolador.


Y como siempre esta extraña y absurda creencia choca con la opinión de otros también piadosos budistas del pequeño país que opinan que estos símbolos fálicos son obscenos y ofensivos. Como pueden observar otro ejemplo más de que bajo el prisma de la religión todo cabe, por muy contrarios que sean los extremos siempre existirá algún grupúsculo de piadosos que defenderá la...
postura totalmente contraria a la de sus también misericordiosos vecinos.






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