Hubo un tiempo en el que los vinos se dividían en dos grandes categorías: los llamados “vinos de mesa”, el típico vino que te estropeaba La Casera, y que respondían a nombres tan reveladores como Campoviejo, El Tío de la Bota o el infame Elegido, ese brebaje que anunciaba Alfredo Landa, epitome de village people nacional de la época. En la gama alta estaban los “marqueses” y los “señoríos”: Marqués de Riscal, Señorío de Los Llanos, Carta de Plata y demás caldos con “postín”, para epatar a las visitas.
Esta jerarquía se ha acabado, o más bien, ha quedado relegada a las baldas del Carrefour. Lo que se lleva ahora son los vinos con nombres desenfadados, esas etiquetas que dicen tanto del sentido del humor del bodeguero (Mala Follá) como de las ganas de vivir la vida a grandes sorbos del consumidor, ese individuo de mediana edad que una vez fue JASP y decora su piel con tatuses.
A continuación, diez vinos con etiquetas descacharrantes que lo mismo te riegan la cena de Nochebuena que te animan el velatorio de la abuela:
Albariño, blanco.
De 10 a 12 €.
Si la envidia es el pecado capital de los españoles, la envidia cochina nos emparenta directamente con los porqueros. En la etiqueta, un diabolo tienta a una moza entrada en carnes con la flor de la envidia…
Rueda, blanco.
Unos 18 €.
Esta botella debería ir directamente a la cesta de Navidad para ese cuñado que te cae reguleras, por soez y malsonante y sin embargo… Sin embargo, sigue siendo un misterio cómo una expresión que vincula “puta” y “madre” en la misma frase suene tan chistosa en español. Cuenta la leyenda que los viticultores de este Rueda quedaron tan gratamente sorprendidos del caldo resultante que exclamaron al... unísono “¡De puta madre!”
Mallorca, tinto..
Sobre 17 €.
El brainstorming para bautizar a este vino mallorquín debió de ser de los que hacen época: ¿drogas a mansalva?, ¿vino como para animar una boda gitana? Frío, frío: el nombre lo eligieron un grupo de discapacitados durante una visita a las bodegas: Gallinas & Focas, porque las gallinas ríen y las focas aplauden. Brillante, ¿no? La etiqueta también es obra de los artistas del naming.
Palomo cojo
Rueda, blanco.
7 €.
La bodega Palomo Cojo se la cogió con papel de fumar al ponerle nombre a este vino, que debería haberse llamado “Más Maricón que un Palomo Cojo”. ¿Y por qué se sospecha de la virilidad de estas aves amputadas? El misterio nos lo desvela Moscas de Colores: “Los pobres palomos cojos no se pueden reproducir porque necesitan las dos patas para pisar (montar) a la paloma, con solo una pata no se pueden agarrar ni tampoco realizar el cortejo previo característico de la especie.”
Foto: Brilliant Savarin
Albariño, blanco.
9 €.
Otros que juegan con la omisión: todo el mundo sobrentiende que la expresión “con un par” culmina con un “de huevos”, pero ponerlo por escrito queda demasiado largo y un excesivamente explícito. Vicente Gandía juega con esa ambigüedad para sacarse de la manga este caldo que, por derecho propio, debería ir a la cesta cuñadista. (La etiqueta, eso sí, insinúa que el par del nombre se refiere a los tacones).
Foto: Brilliant Savarin
Rioja, tinto.
Unos 4 €.
Gran Cerdo, el vino dedicado a los banqueros, no puede faltar en ninguna selección vitinícola cachonda que se precie. La explicación al nombre se la saben ustedes de memoria.
Mala follá
Granada, tinto.
Unos 6 €.
Aquí tenemos un ejemplo vivo de la evolución de los nombres de que hablábamos al principio. La etiqueta emblemática de la Bodega Cuatro Vientos era tan rancia como Marqués de la Contraviesa, pero un día el dueño se golpea la frente con una barrica y tiene una epifanía: “¡Mala Follá!, ¡La famosa mala follá de los granaínos! ¡Con esto salimos hasta en los periódicos!”
El hombre bala
Madrid, tinto.
Unos 15 €.
He aquí un continente con nombre impactante (nunca mejor dicho) con un contenido que –dicen los entendidos- deja mucho que desear. De los creadores de El Hombre Bala llega también volando a tu mesa La Mujer Cañón.
Cojón de gato
Somontano, tinto.
Unos 33 €.
¿Quién sería el Chase Gioberti de los vinos divertidos? Pues aquel con un par (de viñedos) para llamar a su bodega Vinos Divertidos. Así, con todo el morro, acaparando para sí la mejor idea desde el papel higiénico de doble hoja: una bebida que no sólo te ponga piripi sino que hagas LOL con su etiqueta: Cojón de Gato, Ojo de Liebre, María de La O, Teta de Vaca… el descojono hecho vino.
Rioja, blanco.
Unos 35 €.
Dejamos para el final nuestro vino predilecto del sector risas garantizadas, por su nombre osado y surrealista: “qué bonito cacareaba”. Hay que tenerlos cuadrados para bautizar así un vino y salir airoso.
Con información de Gastronostrum, Moscas de Colores y Verema, y la inestimable colaboración vitivinícola de Bianca de Navarra y Débora Hombres.
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