MI AMIGA MI MENTE, MI ENEMIGO EL DESCUIDO
El sufí al que él le había planteado la cuestión le dijo: “Majestad, no puede estudiar con el elegido hasta que no haya superado el descuido”.
“Yo no puedo entender esa clase de frases”, dijo el rey, “y quizá me estás juzgando no apto porque no puedo descifrar tus adivinanzas”.
“En absoluto”, contestó el sufí, “pero un futuro discípulo en realidad no puede mantener un debate con su futuro maestro. Los sufíes trabajan con el conocimiento, no con argumentaciones. Pero le daré una muestra de su descuido, si se somete a un examen y hace lo que yo le pida”.
El rey aceptó el examen, y el sufí le pidió que contestara “te creo” a todo lo que...
se le dijera en los siguientes minutos.
“Si eso es un examen para convertirse en un sufí, es demasiado fácil”, contestó el rey.
Entonces el sufí empezó el examen. Le dijo:
“Yo soy un hombre de más allá de los cielos”.
“Te creo”, respondió el rey.
El sufí continuó: “La gente común intenta conseguir cultura, los sufíes tienen tanta que intentan no usarla”.
“Te creo”, dijo el rey.
El sufí siguió: “Yo estaba presente cuando tú naciste”.
“Te creo”, dijo el rey.
“Y tu padre era un campesino”, aseguró el sufí.
“¡Eso es mentira!” gritó el rey.
El sufí lo miró con tristeza y añadió: “Siendo tan descuidado que no puedes recordar ni siquiera durante un minuto que tienes que contestar “te creo” sin que entre en juego ningún prejuicio, ningún sufí puede enseñarte nada”.
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