Se cree que LUCA, nuestro ancestro común
universal, habitó hace más de 3 mil millones de años y se extendió por
el planeta haciendo del océano un solo ser viviente.
¿Es LUCA un avatar
primitivo, un prototipo de la Madre Tierra en su proceso de materializar
su conciencia a través de los seres vivos?
Hace más de tres mil millones de años un
megaorganismo se extendió por el mar con la chispa de la vida.
Este
organismo, que los científicos llaman LUCA, parece haber sido una amorfa
constelación de células en un estado de intercambio idílico que abarcó
el océano, haciendo del planeta Tierra prácticamente un solo organismo
vivo.
Las implicaciones de LUCA (Last Universal Common Ancestor), desde
una perspectiva estrictamente científica, giran en torno a que toda la
vida en la Tierra está relacionada y tiene un ancestro en común; desde
un punto de vista especulativo, la presencia primordial de LUCA nos
remite a la idea que atraviesa la historia sobre una especie de diosa
planetaria —la llamada Madre Naturaleza— que funge como la matriz
unificadora de esta existencia y de esta realidad terrenal.
Y en este
sentido LUCA, podríamos aventurar, quizás no sea solamente el organismo que dio origen a la vida en la Tierra:
(Los Maestros Habasis a la Madre
Naturaleza la llaman EA MADRE DE LA VIDA dicen en sus escritos con
respecto al inicio de la Vida en nuestro planeta:
"Con
la llegada de esta nueva energía al planeta, que era de puro magma,
este se fue enfriando, dando lugar a un aspecto diferente en su
superficie, como resultado de la combinación de gases y de los cinco
elementos físicos, agua, tierra, fuego, aire y éter.
La vida resurgió de nuevo poco a poco y muy lentamente, pero la vida en esos principios resulto ser muy inestable, la Madre EA,
sabia que esos nuevos elementos surgidos en su superficie, no eran
estables para la vida que ella daba, paso mucho tiempo cuando de una
estrella del Cosmos, llego a la Tierra otro cometa que también aportaba
agua y aunque esta nueva llegada, no había sido reclamada por ella, la
acepto porque cambio la faz de la tierra, dando lugar a los grandes
océanos que antes no tenia y no altero los cinco elementos, con los
cuales ella había dado a luz a sus hijos, aunque esta vida le resultaba
de una corta duración, pero eran sus hijos")
Aunque la idea de LUCA, un último antepasado común universal,
es polémica, el trabajo reciente de Gustavo Caetano-Anollés de la
Universidad de Illinois en Urbana-Champaign sugiere que su existencia es
plausible.
Aparentemente LUCA sería el resultado del esfuerzo
primigenio de la vida para sobrevivir en una atmósfera que aún no se
recombinaba para producir los moléculas que permiten la vida como la
conocemos.
Sin embargo estas condiciones remotas, hace unos 3.6 mil
millones de años (se calcula que la Tierra tiene poco más de 4 mil
millones de años), eran también las de un idilio de transmisión de
información genética.
Las células primitivas que intentaban sobrevivir
intercambiaban partes útiles sin tener que competir entre ellas, creando
lo que se sugiere fue un “mega-organismo global”.
Se
calcula que fue hace 2.9 mil millones de años que LUCA se dividió en
tres dominios de vida: las bacterias unicelulares, los archaea y los
eucariotes, los cuales dieron pie a la formación de plantas y animales.
El trabajo de Caetano-Anolles sostiene
que si bien las secuencias de los genes cambian rápidamente, la
estructura tridimensional de las proteínas que codifican es más
resistente al paso del tiempo.
Así que si todos los organismos hacen hoy
en día una proteína con la misma estructura general, es muy probable
que esa estructura estaba presente en LUCA. Estas...
proteínas, según
Caetano-Anolles, son fósiles vivientes, y, como la función de una
proteína depende en gran medida de su estructura, nos pueden decir lo
que LUCA hacía.
Caetano-Anollés buscó en una base de
datos de 420 organismos modernos estructuras que fueran comunes a todos.
De estas estructuras encontró que entre el 5 y el 11 por ciento eran
universales, lo que significa que se habían conservado lo suficiente
para haberse originado en LUCA. Al observar sus funciones, concluyó que
LUCA tenía enzimas capaces de descomponer y extraer energía de los
nutrientes y equipo para fabricar proteínas, aunque no para hacer y leer
moléculas de ADN. Al parecer LUCA usaba carbono y nitrato como fuentes
de energía.
Según Armen Mulkidjanian, de la
Universidad de Osnabrück en Alemania, LUCA solo podía hacer membranas
isoprenoides simples y posiblemente también tenía uno organelo.
Investigaciones realizadas en el 2003 descubrieron un organelo llamado
acidocalcisome en bacterias. Caetano-Anolles encontró que este organelo
también está presente en los archea; esto indica que el acidocalcismo
ocurre en los tres dominios de la vida y se remonta a LUCA (Biology Direct, DOI: 10.1186/1745-6150-6-50).
Anthony Poole, de la Universidad de
Canterbury en Nueva Zelanda, no encontró evidencia de que LUCA tuviera
los ribonucleotidos que forman la base del ADN.
Sin embargo, considera
que es probable que LUCA haya usado ARN (muchos biólogos creen que el
ARN surgió primero, pues puede almacenar información y controlar
reacciones químicas).
LUCA es lo que se llama un “progenote”,
según la definción de Carl Woese, capaz de hacer proteínas usando genes
como una plantilla, pero en este proceso un tanto torpe creando
proteínas que muchas veces no cumplen la función especificada —como si
fuera una de esas temibles entidades caóticas que conjura en su obra
H.P. Lovecraft.
Para
sobrevivir en los primeros estadios de la biogénesis las células
debieron de haber compartido genes y proteínas, en un libre trueque
fluyendo a lo largo del caldo primordial. Nuevas y útiles moléculas
hubieron de pasarse entre células sin competencia alguna y eventualmente
se globalizaron.
“Era más importante mantener en orden al
sistema viviente que competir con otros sistemas”, dice
Caetano-Anolles, y añade que este comercio libre y falta de competencia
significó que este “océano viviente primordial” funcionó esencialmente como un único megaorganismo
Solo cuando las células evolucionaron
formas de producir todo lo que necesitaban se pudo dividir este
megaorganismo.
Los científicos no saben por qué ocurrió esto, pero
aparentemente coincidió con la aparición del oxígeno en la atmósfera,
hace unos 2.9 millones de años. Entonces la vida en la Tierra nunca fue
igual.
Ahora bien, si tomamos por cierta la
hipótesis de LUCA, esto nos coloca en una zona de alta estimulación
(auto) inquisitiva, aunque por momentos llevándonos fuera del ajustado
traje de la ciencia, hacia un mar membranoso, como un cuerpo de medusa
de preguntas.
Intentemos entonces abrir las puertas aunque estas no nos
lleven a la tierra firme de la definición.
Primero, el hecho de que literalmente
partamos de una biounidad planetaria podría tener ciertas consecuencias
en la integración de nuestra naturaleza, especialmente desde una
perspectiva de teoría de sistemas.
En algunas ocasiones se ha jugado con
la idea de que todos somos polvo de estrellas y que esto de alguna
forma misteriosa nos otorga una unidad universal, valga la redundancia,
en la que, como cosas cósmicas, no solo participamos en las misma
estructura fundamental y en la legislatura del universo, sino
compartimos una historia y una semejanza, la cual nos conecta a
distancia a través de una memoria.
En cierta forma en nuestros
átomos está grabada aquella Gran Explosión inicial, corre también el oro
de las primeras supernovas y la luz de la Galaxia brilla en las órbitas
de nuestros ojos.
Esta historia compartida, sentido de
pertenencia cósmica, evidentemente se intensifica entre más cercanía
existe en el tiempo y en el espacio.
Si bien muchos tenemos la noción de
que la vida es una —ya sea por una inclinación mística o pagana o por
la simple y llana razón de que la evolución del ADN nos enrama en un
tronco común—, el saber que eones atrás, al menos de manera prototípica,
fuimos (como seres de la Tierra) parte de un inmenso metaorganismo que se extendió a lo largo y ancho del océano, funcionando como un solo
sistema en un estado de apacible comunión genética, hace que se recobre
—en una ola de holismo— este profundo sentido de unidad que la
existencia moderna carece y que algunos identifican, desde el mito,
como el paraíso perdido.
Evidentemente
el ser que plantea la ciencia es un ser primitivo cuyas funciones no
aspiran a la complejidad que actualmente se ha querido atribuir a la
conciencia, la cual se considera un pináculo de la evolución de la
materia, que se centra casi exclusivamente en el cerebro.
Sin embargo,
esta concepción puede ser debatida desde distintos ángulos, muchos de
los cuales se alejan de la ciencia y se incrustan en el pensamiento
religioso —aunque podemos rescatar el trabajo del biólogo Rupert Sheldrake,
quien ha teorizado que los planetas, las estrellas y las galaxias,
podrían ser superorganismos capaces de integrar o unificar todas sus
partes, todos sus habitantes, en una sola conciencia.
La religión
oriental en muchos casos mantiene que la conciencia es un principio
fundamental del universo y es ella la que proyecta a la materia; de
manera relacionada, las culturas chamánicas históricamente han visto a
la naturaleza como una manifestación del espíritu.
(Dicen los Maestros habasis:
EA Madre Creadora dio a luz a EA Madre de la Vida,
esta a su vez dio a luz a EA Madre Protectora de la Vida (local),
necesaria para cumplir bien su cometido en el proceso de evolución de la
vida, que aun siendo diferentes en su funcionamiento, son al mismo
tiempo la misma.
EA Protectora tienen la misión de
la protección de la vida en forma local, y que la vida evolucione a
favor de la misma, esto lo viene haciendo desde hace millones de años,
su presencia está recogida en muchos libros y en algunas religiones que
la llaman:
“El Gran Espíritu, o Él Espíritu Supremo, o El Espíritu Santo, etc.”)
Aquí surge una vertiente sumamente
interesante en la especulación de la teoría de la conciencia como una
mente extendida, que quizás no sólo trascienda los límites del cerebro
sino los del cuerpo entendido como un organismo separado de otros
organismos.
¿Es posible que todo lo que existe en este planeta siempre
haya sido parte de un solo sistema dinámico que engloba a toda la
materia bajo una especie de software, que podríamos llamar la mente del
planeta?
Tal vez
solamente de manera superficial estamos disociados y funcionamos aparte,
pero de la misma manera que podemos decir que todas las células de
nuestro cuerpo son parte integral de nuestro organismo, que son nosotros —aunque
quizás cada célula individual difícilmente podría darse cuenta de que
es parte de ese sistema— así somos parte celular de este superorganismo
que ha evolucionado de una masa amorfa primitiva a una extensión casi
inalámbrica de vida diversa que mantiene una unidad secreta e
inmarcesible (¿Es LUCA un proto-buda colectivo?).
Ese mar de vida primordial en el que cada célula individual nadaba
dentro de las olas que eran venas de un ser inmenso, se puede haber
transformado en un mar virtual igualmente hipervinculado, donde la unión
no necesita compartir un mismo límite corporal y flota en el aire, en
el agua, en la tierra, en el fuego y en el éter (¿somos secretamente aún
LUCA?).
Este origen común tal vez sea lo que permite la comunicación de
las conciencias animales, vegetales, minerales y posiblemente de otros
tipos, como los elementales.
Plantas que hablan al hombre; animales que
lo llaman y a veces hombres que se vuelven plantas y animales: un canal
abierto a través de las especies bajo el soporte de la conciencia de la
fuerza dadora de vida.
La física cuántica sostiene que las
partículas subatómicas están vinculados por un entrelazamiento cuántico,
el cual implementa una transmisión de información a distancia que
podemos imaginar como un internet Wi-FI entre los bloques fundacionales
de la materia que existe en todo el universo, pero que no solo permite
la transmisión de información, sino que hace que las partículas
subatómicas reaccionen instantáneamente a la información que recibe otra
patícula con la que estuvo en contacto. Esto sugiere que es imposible
estar desconectados de lo que le sucede a algo con lo que alguna vez
hemos estado conectados. Podemos llevar esta conexión cuántica,
metafóricamente, a una escala biológica, aunque la ciencia sostiene que
las propiedades “fantasmagóricas” del mundo cuántico se desdibujan al
llegar al mundo macroscópico; después de todo inexorablemente estamos
formados por estas partículas que están conectadas con todas las
partículas del universo. Y como sugieren aquellas codas en las
meditaciones budistas, todos los seres vivos del planeta forman parte de
un ecosistema de interconciencia, donde, aunque las conexiones sean más
o menos débiles, inevitablemente compartimos un estado. La idea de
Heidegerr del ser-con, de que el ser de las cosas nada es sin
la trama de relaciones que lo vinculan a lo demás, literalmente: y
somos, entonces, partículas de planeta.
¿Es LUCA, la prueba de la existencia de la Madre Tierra? La ciencia nunca lo diría y llamaría esto una fantasía new-age
o un delirio neopagano, y tal vez tenga razón, pero la intuición de que
somos juntos y de que la naturaleza es la manifestación visible de una
sola conciencia encuentra (o crea) en esta entidad —animal fantástico de
la ciencia— un precursor para completar la gran obra planetaria o
piedra filosofal colectiva.
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