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lunes, 12 de diciembre de 2011
EL GOBIERNO SECRETO DE WALL STREET
Los grande bancos, junto con la Reserva
Federal de Estados Unidos, han tejido una red de poder supraestal que
inyecta miles de millones de dólares a sus arcas de manera secreta
La crisis financiera detonada en el 2008 y el posterior rescate financiero podrían ser el fraude más grande de la historia, un notorio inside job. Si
bien esto es evidente para la mayoría de la gente que se interesa por
el tema, documentos clasificados de la Reserva Federal de Estados Unidos
publicados por Bloomberg,
ejerciendo el derecho que otorga la ley de transparencia, muestran la
dimensión fraudulenta de este taimado autorrescate que expone a una
suerte de gobierno en la sombra conformado por la élite de los bancos.
El público tiene ahora acceso a más de
29,000 páginas de documentos de la Reserva Federal (Fed) y a 21,000
transacciones adicionales de la Fed que se ocultaron deliberadamente, y
por buen motivo.
Originalmente se suponía que el rescate
finaciero aprobado, conocido como TARP, era de un monto de 700 mil
millones de dólares. Si esta cifra ya era escandalosa —después de todo
este era dinero de los contribuyentes que se iba a los bancos privados—
esto se vuelve indignante al saber que los...
rescates secretos de Wall
Street totalizaron 7,77 billones (millones de millones) de dólares, 10
veces más que la cantidad dada a conocer al público en primera
instancia.
Les Leopold resume en Alternet algunos de los puntos de esta jugosa secrecía:
El conocimiento de
los fondos secretos del rescate no se compartió con el Congreso ni
siquiera éste redactaba y debatía la legislación para fraccionar los
grandes bancos.
El financiamiento
secreto suministrado a tasas inferiores al mercado dio a Wall Street
otros 13,000 millones de dólares de beneficios. (Es suficiente dinero
para contratar a más de 325,000 maestros de primaria).
Los fondos secretos
financiaron fusiones de bancos de modo que los principales bancos
crecieron aún más. El dinero también permitió que los bancos aumentaran
sus trabajos de cabildeo.
Estos fondos secretos suministrados por
la Reserva Federal de Estados Unidos no fueron dados a conocer al
Congreso. Más aún, mientras el Congreso buscaba legislar para limitar el
tamaño de los grandes bancos, el entonces jefe de la Reserva Federal,
Timothy Geithner, se opusó a estos esfuerzos legislativos, argumentando
que el tema era “demasiado complejo para el Congreso y esas decisiones
deberían ser manejadas por gente que conoce los mercados”. Geithner en
ese momento tenía conocimiento ya de los gigantescos préstamos secretos
que los bancos estaban obteniendo de la Reserva Federal.
Los banqueros ocultaron cínicamente la
naturaleza de estos préstamos. El 26 de noviembre de 2008 el CEO del
Bank of America, Kenneth D. Lews, dijo públicamente a los accionistas
que encabezaba “uno de los bancos más fuertes y estables del mundo”.
Olvidó compartirles que ese día su banco le debía al banco central 86
mil millones de dólares.
En marzo del 2010, el CEO de JP Morgan
Chase & Co., Jamie Dimon, dijo a los accionistas que su banco había
utilizado el programa de préstamos de la Reserva Federal Term Auction
Facility “a petición de la Reserva Federal para motivar a otros a usar
el sistema”. Olvidó compartir que este banco neoyorkino, que une al
linaje petrolero de JP Morgan y la familia Rockefeller, había recibido
casi el doble del dinero que tenía disponible el banco en préstamos.
Cuando ya se sabía de la dimensión que
tenía la crisis inmobiliaria, el secretario del Tesoro, Hank Paulson,
dijo al Congreso que solo se requerían reformas menores para protegerse
del colapso de Fann Mae y Freddie Mac, y al mismo tiempo se reunía en
secreto con ejecutivos de hedges funds y sus ex colegas de
Goldman Sachs (fue CEO de este poderoso banco antes de ocupar su puesto
en la administraciónd de George W. Bush) para alertarlos sobre
la inminente nacionalización
de estas hipotecarias, lo que anularía su valor bursátil. El valor de
esta información privilegiada es inestimable.
Los
seis bancos más grandes de Estados Unidos (Goldman Sachs, Citibank, Bak
of America, JP Morgan, Wells Fargo y Morgan Stanley) atravesaron la
crisis financiera con un crecimiento fabuloso: de 6.8 billones de
dólares en activos en el 2006 pasaron a 9.5 billones de dólares en el
2011. Estos bancos gastaron 146 mil millones de dólares en
compensaciones en el 2010, un promedio de 126 mil dólares por empleado,
lo que significa un aumento de 20% en cinco años. Mientra tanto, en solo
meses, la crisis económica hizo que más de 8 millones de personas
perdieran su trabajo en Estados Unidos.
Esta información deja claro el motivo
por el cual el movimiento Occupy Wall Street ha generado la simpatía de
tantas personas en el mundo (el llamado 99%). Apunta, más allá de
conspiraciones, a que existe de facto un poder financiero
supragubernamental en Estados Unidos y que quizás se extienda a otras
partes del mundo —lo cual se apuntala en el hecho de que bancos como
Goldman Sachs tienen una poderosa fuerza de influencia en Europa o que
el rescate financiero de Estados Unidos también dirigió grandes
cantidades de recursos a compañías extranjeras. Podemos decir que el
gobierno de Estados Unidos, y los gobiernos en general, funcionan en la
práctica como los operadores de las grandes corporaciones, especialmente
los bancos. El gobierno es la forma en la que estas empresas hacen
negocios, legalmente blindados y con un estructura que les otorga
ventajas para crecer y tender un abismo sobre el resto de las pequeñas
empresas que no forman parte de este club.
Anteriormente habíamos hecho referencia a una investigación realizada por una firma suiza
que determinó que existe una red de 147 empresas estrechamente
vinculadas que controlan la mayor parte de los recursos del mundo. Esta
especie de suprantidad, fundamentalmente compuesta de bancos, no solo
orquesta el complejo sistema global de especulación financiera y manejo
de información privilegiada en contuberio con miembros claves dentro del
gobierno (Goldman Sachs, por ejemplo, ha dominado el gabinete
financiero de Estados Unidos por más de 20 años), también participa en
el lavado de dinero de actividades clandestinas (Wells Fargo, por citar un ejemplo ha sido mínimamente penalizado por lavar dinero del narco mexicano). Todo esto hace que su riqueza y poder sean inconmensurables.
Una de las piezas sueltas en este oscuro
puzzle de poder es la Reserva Federal de Estados Unidos, el organismo
que se encarga de imprimir el dinero de Estados Unidos y que funciona
como un banco central que, sin embargo, no cuenta con un mecanismo
transparente de rendición de cuentas —en sus casi 100 años de historia nunca
se le ha realizado una auditoría completa. Una de las teorías
conpiratorias más difundidas, especialmente por los libros de Eustace
Mullins (1983) y Gary Kah (1991), es que la Reserva Federal de Estados
Unidos es en realidad una institución privada y perteneciente a los
mismos dueños de los grandes bancos (como Rockefeller, Morgan o
Rothschild). Esto es difícil de comprobar, algo que no es extraño, ya
que el funcionamiento de estas instituciones financieras es tan complejo
que resulta fácilmente sospechoso, como si fuera una forma de
iluminismo. Y es que, como dijera Geithner ante el Congreso, los capos
de Wall Street consideran que solo ellos son capaces de acceder al
hermetismo del capital, al líquido misticismo con el que fluye el
dinero, como si fuera el arcano verbo de Dios. Así se mueven en la
sombra de oro, manipulando las leyes y nuestra imagen de la realidad
económica para su beneficio, acaso pensando que tienen la privanza de
una fuerza secreta que rige el mundo más allá de la voluntad del hombre
común, y que los ha elegido.
Fuente: Pijamasurf
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