Fue entonces, cuando aquellos hombres negros que desde tiempos predinásticos habían vivido a la sombra de los grandes farones, se adueñaron de Egipto.
Los reyes etíopes se convirtieron en los nuevos Faraones de Egipto. Les bastaron 75 años de...
Gobierno del país del Nilo, o ¿quizás algunos más?, para reunificarlo y construir un imperio. Fueron devotos de
Amón adoptando el culto de sus vecinos egipcios y defendieron
Egipto de la agresiva
Siria. El faraón
Taharqo llevó el reino a su apogeo, pero tuvo que retirarse ante los asirios.
Un capítulo en la dilatada historia del País del Nilo que hasta hace poco permanecía en la sombra.
La profunda alta Nubia entre el 1085 -750 a.C, recuperó su independencia para convertirse en el reino de Kush o Cush. Surgió así una dinastía indígena de entre cuyos príncipes etíopes destacaron Pianjy Shabako, Shabitko, y Taharqo. Estos faraones cushitas que fundadon la dinastia XXV se ciñeron la doble corona, pero nunca renunciaron a sus orígenes. Además revitalizaron la institución de las Divinas Adoratrices de Amón, instalando cada uno de ellos a una hija suya en ese cargo logrando conquistar todo Egipto desde su capital y necrópolis real en Napata.
Entre los primeros reyes etíopes, en el 736. a.C destacó Piankhy, que ocupó Tebas y consolidó su poder en el País del Nilo, ya que se consideraba a sí mismo, legítimo sucesor de los grandes faraones Tutmosis III y Ramsés II, aunque con un pequeño detalle; su piel era oscura como la noche.
Piankhi fue el primero de aquellos nuevos reyes nubios conocidos como los faraones negros que gobernaron Egipto con afán imperialista y llenaron su paisaje de grandiosos monumentos:
‘Yo haré que el Alto Egipto pruebe el sabor de mis dedos’, dijo Pianjy antes de tomar Tebas, capital del Alto Egipto y de presenciar el sometimiento de su decadente vecino egipcio como venganza de sus antepasados.
El baño de sangre fue inevitable.
La crónica de las proezas militares de Pianjy está grabada en la estela de la Victoria, en Gebel Barka.
Le siguieron Shabako, Shebitku y Taharqo. Shabako luchó para evitar que Egipto fuera conquistado por Sargón II de Asiria, y lo consiguió, después tuvo un periodo de paz que aprovechó para dedicarse a las letras y a levantar monumentos.
Su sucesor Shebitku volvería a enfrentarse a los asirios quienes intentaron conquistar Egipto hasta conseguirlo en el año 671 a.C.
LOS REYES ETÍOPES CONTRA LOS ASIRIOS
Taharqo gobernó en los tiempos convulsos entre el 690- al 664 a.C, y es mencionado en el bíblico libro de los Reyes como el defensor de Ezequiel de Judea contra el ataque del emperador asirio Senaquerib. Las excavaciones en Irak a mediados del siglo XIX sacaron a la luz relieves que representaban las campañas de Senaquerib, en especial el ataque de Lachish en Judea (701 a. C.) lo que parece confirmar la narración bíblica.
Ushebti de Taharqo (actualmente en el Museo Británico, Londres).
Las inscripciones reales y las numerosas tablillas de arcilla asirias, traducidas por primera vez en las décadas de 1860 y 1870, aportaron más conocimientos a los que sabíamos sobre los conflictos entre los asirios y los faraones nubios. En el año 1862, se descubrieron varias grandes estelas en el Templo de Dyebel Barkal.
Pero el enfrentamiento asirio-egipcio era cuestión de poco tiempo, las tropas egipcias de Taharqo fueron derrotadas y el imparable avance asirio con Assurbanipal le hicieron retirarse. El último gran rey de Asiria, Asurbanipal, derrotó a Taharqo, quien huyó a Tebas, donde murió tras 26 años de reinado. La última partida estaba ganada por los asirios. Asurbanipal coloca en el mando de Egipto a Necao I como aliado de Asiria, inaugurando así la vigésimo sexta Dinastía que intentará mantener a raya a los kushitas con la ayuda del ejército asirio.
Hacia 660, los faraones kushitas fueron expulsados a su región de origen, Nubia, y la dinastia de los faraones negros quedó desde entonces en el más profundo olvido.
LA ERA OSCURA DE NUBIA
La ‘era oscura’ que también afectó a Nubia, constituyó en el pasado un hecho aceptado, y su mención en los libros fue el resultado inevitable de la actitud racista de los egiptólogos hacia esta cultura.
Las excavaciones y estudios desde finales del s.XIX, sobre todo a partir las primeras evidencias arqueológicas de los reyes nubios halladas en el s.XX por el egiptólogo George Reisner, no terminan de ponerse de acuerdo en cuanto a la cronología egipcia que abarca este período.
En estas interpretaciones arqueológicas de principios del s.XX nos encontramos con un vacio abierto y con ciertos prejuicios raciales que presuponían que la cultura nubia habría experimentado un desarrollo lento en lo político y cultural…
VESTIGIOS
Taharqo o Taharqa erigió templos en Napata y Meroe, este último en las pirámides de la foto.
En el primer patio del templo de Amón en Karnak, llama la atención del viajero la presencia de una solitaria columna papiriforme que se yergue frente a la parte derecha del segundo pilono. En realidad, se trata del imponente vestigio de un kiosko que en su día estuvo formado por diez columnas, cinco a cada lado del eje de entrada al templo. Arqueólogos y arquitectos no se ponen de acuerdo sobre la identidad de este monumento levantado por Taharqa, monumento que el rey nubio repitió ante las puertas de los recintos de Montu y Khonsu.
No se sabe si el edificio estaba cubierto con una estructura de madera, lo que lo convertiria en una sala hipóstila, si estaba unido al pilono o si era una especie de alameda pétrea, es decir un dromoso , avenida vegetal al estilo del que Amenhotep construyó en el templo de Luxor. Fuera una cosa u otra la solitaria columna ha sido testigo mudo del lento paso de los milenios.
Más recientemente al peligrar su estabilidad tuvo que ser reconstruida por G.Legrain. Ello nos permite hoy cobijarnos a la sombra de su bello pedúnculo, de tres metros de diámetro que desde sus 21 metros de alto aun parece desafiar el cielo.
CONCLUSIÓN
Todavía quedan muchas puertas por abrir de aquella ‘Edad oscura’, y muchas zonas inexploradas cuyos episodios históricos permanecieron inéditos durante largo tiempo.
Tenemos vestigios entre las arenas del actual Sudán, como las pirámides, lugar privilegiado en el Desierto de Nubia.
Se puede deambular a su alrededor sin verse asediado por cientos de vendedores que pululan entre estos lugares inóspitos. Mientras que unos 1.000 kilómetros al norte, hacia El Cairo o Luxor los visitantes llegan en grandes cantidades para observar las maravillas egipcias, por contra en Sudán raramente visitan las pirámides en El Kurru, Nuri y Meroe, vestigios extraordinarios de la próspera y desconocida de la cultura Nubia que la historia olvidó.
Bibliografía:
- Gardiner, Alan. El Egipto de los Faraones, 1994. Ed. Laertes.
- D.B. Redford. De esclavo a faraón: los faraones negros de la XXV dinastía’. Editorial Crítica. Barcelona. 2005.
- Desroches Noblecourt, Ch. Las ruinas de Nubia. La gran epopeya de la egiptología, Barcelona, 1997.
- Revista National Geographic History. Número 59
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