Una colaboración de JULIO CRUZ GARCIA
Cuando celebramos nuestras tradiciones, muchas veces nos desentendemos del origen de las mismas o damos por hecho que lo conocemos. En algunos casos, puede que sea así, pero son bastantes más las ocasiones en las que no tenemos la información suficiente para interpretar y comprender cuales son las verdaderas raíces que conforma el cuerpo de nuestro más profundo patrimonio cultural.
En el caso de las tradiciones relacionadas con San Antonio Abad, tal vez convenga empezar por perfilar la identidad del santo, porque puede que al hacerlo empiecen a producirse las primeras sorpresas.
Es posible que la familiar imagen de un fraile con su aureola de santa mendicidad tengamos que cambiarla por la del rico heredero de unos terratenientes egipcios, que llegó a ser Obispo de Constantinopla.
Cuando hablamos de San Antonio Abad (Abad” significa ” Padre”) debemos comprender que no estamos ante un humilde siervo de la incipiente iglesia cristiana, sino de un fundador de conventos, ideólogo, predicador y luchador incansable contra al herejía arriana, que pudo permitirse llevar una vida contemplativa de reflexión y formación religiosa de gran incidencia en su tiempo y que tuvo discípulos de tal entidad y prestigio social, que llegaron a ocupar altos cargos en la Iglesia.
Si repasando su iconografía interpretamos el cerdo como el símbolo de Satanás, tal y como era entendido en la Edad Media, y lo asociamos a los episodios en los que el Prócer tuvo que vencer...
En el desierto de la Tebaida fundó los monasterios de Pispir y Arsínoe llevando a cabo una importante tarea de evangelización que le reportó muchos seguidores y discípulos. Cuando éstos pudieron hacerse cargo de las fundaciones, Antonio volvió a la vida contemplativa.
En aquellos días, Alejandro Arrio( 256-336) sacerdote de Alejandría y más tarde obispo libio, siguiendo la doctrina de Pablo de Samosata y sus propias tendencias neoplatónicas había planteado la teoría de que Jesús,
San Antonio Abad combatió con todas sus fuerzas a los seguidores de la herejía de Arrio (arrianos), acogiendo a sus detractores en el monasterio de Deir-el-Arab. En el año 355 irá a Alejandría para pedir la ayuda de su discípulo Anastasio para luchar contra esta nueva corriente de los primeros tiempos de la iglesia cristiana.
Murió en el año 356, contando con más de cien años de edad. Sus restos fueron trasladados a Alejandría y después a Constantinopla para viajar finalmente a Vienne (Francia). Es típico ver la representación de San Antonio con una cruz en forma de T (Tau) una campanita , un cerdo y a veces un libro. Un libro, en manos de los que muchos autores han calificado de campesino analfabeto.
San Antonio Abad puede que sea el más desconocido de nuestros santos familiares. Aparece como figura relevante en el canon de la liturgia copta, armenia y bizantina.
Muchos investigadores han querido transmitir la imagen de un San Antón analfabeto, hijo de campesinos para facilitar la identificación popular con la idiosincrasia del santo. Sin embargo, desde las representaciones más antiguas siempre aparece con un libro entre las manos, indicando el carácter sabio del que fuera considerado “Padre espiritual” (significado de la palabra “Abad”) de una de las principales corrientes monacales cristianas.
Uno de los atributos milagrosos que se relacionan con San Antonio Abad es el de dominador y protector de los animales. Junto a su lucha contra las tentaciones que el demonio le hiciera en el desierto son, a nivel popular, sus características principales.
Su vida en el desierto sobreviviendo a serpientes, escorpiones y todo tipo de animales peligrosos de ese entorno le dieron esa fama. Se cuenta también como ayudó a una
Este tipo de historias de animales que comparten experiencias y espacio en el desierto era frecuente en la narrativa del mundo egipcio y greco-romano. Un ejemplo es la historia de Androcles y el león (Esopo). Sin embargo, en el caso de San Antonio, además de un posible recurso literario para exaltar su biografía, la asociación con el cerdo puede estar también estrechamente relacionada con la idea que de este animal se tenía en mundo antiguo.
El cerdo era considerado un ser impuro, relacionado con la suciedad y el pecado. Animal tabú en muchas religiones, era asociado a la imagen del demonio. Satanás muchas veces adoptaba la forma de cerdo negro o jabalí, lanceado,
Hacía el siglo XII y debido a este tipo de manifestaciones, el cerdo se consideraba un animal relacionado con San Antón. Por otra parte, existía la costumbre en la Edad Media de tener animales mantenidos por toda la comunidad, para servir de sustento solidario a hospitales y gentes pobres de la villa. Cerdos, cabras, gallinas etc. eran marcados y dejados en libertad para que vagaran por todo el pueblo y fueran alimentados por sus habitantes. Los frailes antonianos colgaban de su cuellos unas campanillas para distinguirlos. Una vez cebados, eran sacrificados y sus productos repartidos entre las gentes más desafortunadas. Estos animales fueron puestos bajo la advocación de San Antonio para que los protegiera.
También era costumbre encender hogueras en puertas de casas y granjas para espantar a los espíritus que pretendían dañar a los animales domésticos. Seguramente de este sincronismo de Cerdo-Demonio, animales comunitarios y hogueras paganas se forjaron las tradiciones de San Antonio Abad en Andalucía.
San Antonio Abad con el báculo en forma de “T” (Tau), campanilla y libro. Detalle del jabalí que aparece a sus pies. (Imagen del s.XII)
Según narran las crónicas, los ballesteros de la capital, encargados de la defensa de la misma contra los ataques árabes, ya tenían una capilla dedicada a San Antón en la catedral. En ella homenajeaban a su patrón con cuatro antorchas que permanecían ardiendo en el altar la víspera de su onomástica y durante todo el día siguiente.
La festividad de San Antonio Abad llegaría a Jaén hacia el siglo XIII, seguramente con los nuevos habitantes que vinieron durante el periodo de la repoblación castellana, influenciados estos por la devoción que se le profesaba al santo en Francia y Centro Europa.
En el siglo XV, el regidor de la ciudad y valido de Enrique IV, el
Condestable de Castilla Miguel Lucas de Iranzo propició el auge de estas fiestas religiosas, que terminaron consolidándose en el siglo XIX por el impulso de los ganaderos.
Las hogueras se encendían al atardecer y en torno a ella se congregaban los vecinos formando corros en los que se bailaba y se entonaban cancioncillas en tono burlesco y no exentas de ciertas picardías eróticas. Son los llamados “melenchones”, sin duda una de las señas de identidad más importantes de la provincia de Jaén. Lola Torre se ha preocupado de rescatar del olvido muchos de ellos, que han sido publicados en
Según esta autora, “mocicos y mocicas” cogidos de la mano, rodeaban la lumbre. Durante la primera parte de la copla un muchacho o una muchacha se quedan dentro del círculo. Durante el estribillo, elige pareja y juntos danzan mientras el resto los contemplan acompañándolos con música y palmas. Vicente Oya, cronista de la ciudad también se hace eco de estas costumbres populares.
En lo alto de la hoguera se coloca un muñeco hecho con ropa vieja, relleno de paja y serrín, como si fuera un espantapájaros. En su cabeza, pies y manos se han colocado petardos que estallan cuando llega el fuego hasta ellos. Una vez más y como ocurriera con la leyenda del famoso Lagarto de la Malena, muchos estudiosos del tema han querido ver en este acto una forma de expresar la derrota del Maligno por las fuerzas del bien, representadas en el fuego y la pólvora. No olvidemos que la hoguera era una forma legal de ejecución y que fue utilizada muy especialmente por tribunales eclésiásticos como la Santa Inquisición contra los herejes.
Adentrándose en la provincia, entre las tradiciones mejor conservadas, destaca la del municipio de Arquillos, en la comarca de El Condado. Los vecinos, de manos del alcalde, cada 16 de enero, “renuevan el voto” ante el patrón san Antón, que no es más que la promesa de guardar ayuno y abstinencia para agradecerle su milagrosa intercesión en la epidemia de cólera del año 1885. En esta festividad, cobra protagonismo la figura de el pelotero, interpretado por alguien que tiene alguna promesa que cumplir y que simboliza al diablo. Ataviado con una vestimenta burlesca, fustiga a los participantes con un látigo en cuya punta suspende una alpargata vieja, recordando las tentaciones a las que se vio sometido san Antón en el desierto. Al final, todos los vecinos degustan los sabrosos “pericones de San Antón”, deliciosos roscos de harina y huevo.
Una de las manifestaciones más conocidas puede que tenga lugar en Nijar en el llamado “Día de los Chisperos”. Se remonta a tiempos de las revueltas moriscas. Los Chisperos son cañas que se rellenan con pólvora y se lían con hilos muy finos. Al encenderse, giran sobre sí mismas y se dirigen a la gente que está cerca, siguiéndo la corriente de aíre que generan sus movimientos Por eso, para asistir a este evento conviene que vayamos ataviados con ropas viejas y recias que nos protejan de las posibles quemaduras.
En Cabo de Gata se celebra lo que sus habitantes llaman “El Santantón” o los “Sanantones”. Los vecinos reúnen pinchos y bolinas secas que queman en las puertas de sus casas, compitiendo entre ellos por ver quienes hacen la hoguera mayor. Se suele comer anises y “tostones” (palomitas de maíz). Se quema laurel y el muérdago de Navidad para que los animales no enfermen y sean buenos sus partos. Al atardecer, resulta espectacular ver las hogueras dibujando la línea de la bahía almeriense.
En Abla estas celebraciones se remontan en el tiempo de su repoblación. Se encienden las fogatas la noche del 16 de Enero (San Antón) y la del 19 del mismo mes (San Sebastián), dando lugar a dos días de festejos dada la existencia de dos ermitas consagradas a estos santos, cada una en un extremo del pueblo. Esto permitía que las familias “de la plaza para arriba” pudieran invitar a las amistades del otro lado del pueblo, y que posteriormente, estos les devolvieran la invitación en justa correspondencia. Se hacían lumbres, alrededor de las que se formaban corros y ruedas en las que se cantaba y bailaba. Se invitaba a vino y “rosas” o palomitas de maíz, azucaradas o con sal. Cuando las hogueras se han apagado, los mozos suelen saltar sobre los rescoldos apoyándose en una caña.
(Transcripciones)
También en la zona de la Vega de Granada se acostumbra a elaborar en esta época la conocida Olla de San Antón. Se trata de un puchero elaborado principalmente con habas secas, carne de cerdo (careta, orejas, patas, tocino, espinazo, costillas, rabo, morcilla, etc.), patatas junto con otros ingredientes que puede variar según la zona. Se trata de un plato altamente calórico que suele ofertarse en los restaurantes de la zona en esta época del año. Lo típico es tomarse un plato de Olla y posteriormente comerse una buena pringá hecha con la carne, el tocino y la morcilla.
En algunas localidades de la Alpujarra se celebran “los chiscos”, que son las fiestas dedicadas a San Antón, en torno al día 17 de enero. Los “chiscos” son hogueras alrededor de las cuales se baila, se come y se charla amigablemente, uniendo a todos los vecinos y los que llegan de otros pueblos. El día de la fiesta se rifaba el cerdo que durante el año había sido engordado entre todos. Actualmente han adquirido gran importancia en Torvizcón, situada en la Sierra de la Contraviesa.
http://www.culturandalucia.com/Tradiciones_de_San_Antonio_Abad_Andaluc%C3%ADa.htm
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