La solución del PP al problema de la imputación masiva no complacerá a muchos, pero abre una vía a la solución de algunos de nuestros problemas comunes. Y es que la tan esperada regeneración democrática quizá no pase tanto por las personas o las siglas como por las palabras...
Nadie podrá decir que el Partido Popular no cumple sus promesas. Prometió concurrir a las elecciones sin un solo imputado en sus listas, y ya lo ha cumplido. A diez meses de las generales, nada menos. Lo ha hecho de manera indirecta, eso sí: con la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal aprobada el viernes que sustituye el vulgar término “imputado” por el mucho más elegante “investigado”. Puro pensamiento lateral: si la política no puede cambiar la realidad, siempre te queda cambiar la semántica.
Claro que no puede decirse que se trate de algo realmente innovador, ni siquiera en nuestro país. Zapatero, sin ir más lejos, a punto estuvo de librarnos de la crisis a base de llamarla cualquier otra cosa. No le funcionó, quizá por su escaso expertise en aquello de la sinonimia, pero el esfuerzo merece ser reivindicado (en este sentido, propongo poner su nombre, Jose Luis, a una rotonda, glorieta o cualquier otra construcción vial).
La solución del PP al problema de la imputación masiva no complacerá a muchos, pero es innegable que cumple con lo prometido y abre una vía a la solución de algunos de nuestros problemas comunes. Y es que la tan esperada regeneración democrática quizá no pase tanto por las personas o las siglas como por las palabras.
Podríamos, echando mano de la soberanía popular, dar vacaciones a nuestros representantes electos y montar en el Congreso un simposio de lingüistas. Con una o dos semanas sería suficiente, un mes a lo sumo. Que ocupen los escaños y... debatan qué vocablos nos están haciendo la vida imposible y por cuáles podríamos sustituirlos. Una gran brainstorming semántico-nacional, televisada en directo por el canal 24 horas.
Qué duda cabe que, de ese debate, saldría un nuevo y mejor país. Sin presuntos ni ladrones. Sin dinero negro ni mordidas ni financiaciones ilegales. Sin brutalidad policial ni torturas ni externalizaciones.
Después de todo, ¿por qué no llamar a la corrupción primavera? O alhelí. O nomeolvides. Imagínese usted el Telediario de mañana: “Siete nuevos investigados por presunta primavera”. ¿Cómo no amar a un país con semejantes titulares?
José A. Pérez: 'mimesacojea.com/2015/03/no-me-llames-imputado-llamame-lola/'
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