Un renombrado maestro, que corría tras la fama, reunió en una carpa a cientos de discípulos y seguidores.
Se irguió sobre sí mismo y dijo:
-Amados míos, escuchad la voz del que sabe.
En ese momento se creó una gran expectativa y un silencio profundo generó el apropiado marco de veneración para las palabras del maestro, quien prosiguió de la siguiente manera:
-Nunca debéis relacionaros con la pareja de otra persona, tampoco beber alcohol o alimentaros con carne de cerdo.
-¿Pero maestro, no eras tú el que el otro día se vio en brazos de la esposa de José?
-Si, era yo- respondió el maestro.
Después de lo cuál otro oyente también se atrevió a preguntar:
-¿Pero no eras tú el que la otra noche se encontraba bebiendo vino en una taberna?
-Si, también era yo.
Y un tercer asistente, ya enojado, le preguntó
-¿No eras tú, el que ayer a la mañana estaba comprando carne de cerdo en el mercado?
Efectivamente.
Y en ese momento, todos los asistentes, mostrando indignación por la actitud del maestro, comenzaron a recriminarle:
-¿Por qué nos pides que hagamos lo que tú no puedes cumplir?
Entonces, el falso maestro respondió con sinceridad:
-Porque yo sólo enseño,¡ no practico!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario