Quien lo hizo siglos más tarde fue el autor del Apocalipsis –que no es Juan, eso pertenece a la leyenda cristiana– en Ap 12,9: <<Fue arrojado el dragón grande, la antigua serpiente, llamada Diablo y Satanás>>. Dicho escritor relacionó el antiguo mito hebreo de la Creación con la parte antagónica de Dios, representada en la serpiente parlante que provoca la expulsión de Adán y Eva, otorgándole la maldad necesaria que sería proclamada a los cuatro vientos durante casi dos milenios. Pero entonces nos surge una pregunta: ¿por qué la serpiente como “símbolo del mal” en el judaísmo y el cristianismo?
Símbolo pagano
Se ha de señalar que para los hebreos y los cristianos, que creen en una deidad única, todo aquel que no crea en el dios que ellos proclaman es pagano. Un solo dios, recuerden, excluye a todos los demás, al contrario de lo que sucedió en Roma con la conquista de Grecia, los cuales adoptaron a los dioses helenos como propios cambiándoles únicamente el nombre. En la religión de Yahvé y en la de Dios eso no ocurre, porque como son “únicos, inimitables e inigualables”, nadie se puede salir de sus dictados adorando a otros que no sean ellos (no se entiende entonces la gama de profetas y santos de ambas creencias que son admirados como semidioses, ¿acaso eso no es algo pagano?).
La serpiente, en el caso que nos ocupa, ha sido adorada en multitud de regiones, culturas y periodos históricos. Desde América hasta Babilonia, pasando por Egipto y sin olvidarnos de los propios judíos aclamaron al reptil como un animal sagrado que tenía unas cualidades excepcionales: cada primavera, la serpiente regresaba de su letargo invernal y tras mutar la piel, volvía a recorrer ansiosa los campos y praderas. Esto, como es lógico, sorprendía sobremanera a los antiguos, que vieron en el áspid un ser divino que resucitaba de entre los muertos.
Cerrada, la serpiente forma un círculo y este círculo era relacionado por nuestros antepasados por el sol, fuente de vida; a donde regresaba ella cuando cambiaba la piel. Pero los antiguos no eran tontos ni muchos menos, sabiendo también que algunas de ellas portan un veneno que causa a los humanos mareos, vómitos, fiebre o incluso la muerte, motivo por el cual también es relacionada con la defunción y los ritos funerarios. En el pasaje de la Biblia Números 21, 6-9 se llama a las serpientes ‘abrasadoras’, por el efecto de la picadura. Pero en dicho texto también...
encontramos un hecho llamativo, curioso cuanto menos:
En América del Sur, y más concretamente en los países de Perú y Ecuador, el investigador Juan Moricz encontró en la década de 1970 unas serie cuevas subterráneas que se internaban en el corazón de la tierra hasta a 270 metros de la superficie. Tenían forma de refugio antiaéreo y las paredes presentaban acabados totalmente cuadrados –algunos tallados– que demostraban que por allí había pasado la mano del hombre, que no eran grutas naturales. Inició la investigación y tras recorrer decenas de kilómetros a través de los túneles, encontró una cantidad considerable de láminas de metal –con unas medidas de 98 x 48 x 3 cm – en las que se representaba a un ser alado, con el vientre abultado y cola de serpiente al lado de una estrella. Además, en otras muchas láminas se puede apreciar a serpientes en el cielo con alas, lo que podría ser los antecedentes del dios inca Quetzalcóatl, la serpiente emplumada. Una vez más, debemos recurrir al pensamiento de los antiguos para explicarnos estos símbolos que son anteriores por tres milenios al cristianismo.
En aquella época, todo suceso natural tendería a ser explicado en forma de leyenda o mito por los pueblos que lo viesen. Con la adoración de la serpiente pasó algo parecido: cuando en las noches de tormenta y rayos los antiguos observaron los haces de luz de éste último fenómeno meteorológico, lo relacionaron con lo que más a mano tenían en la tierra que era la serpiente. Si a ello le añadimos que el rayo cuando toca tierra suele producir fuego, la ecuación es redonda: ¡la serpiente también tiene fuego en su mordedura, por el veneno! Éste es el antecedente de los dragones, serpientes con alas que escupen llamaradas por la boca, y su posterior leyenda en varias culturas del globo.
En un sitio tan distante de América del Sur como China también se adora a la serpiente desde hace miles de años: en la dinastía Shang (siglos XVII-XII a.C.) se realizaban sacrificios a la diosa Nuwa, con cuerpo de mujer y cola de serpiente. También en la dinastía Han (209-202 a.C.) se han encontrado referencias a la diosa en las tumbas de la época, representada junto a la diosa Fuxi, también con cuerpo de mujer y cola de reptil. Invocaban a la fertilidad de la hembra, pero a medida que el género femenino fue perdiendo derechos sociales, la serpiente se degradó en la cultura china a ‘animal inmundo’ aunque con excepciones en varias regiones, debido a la extensión del país asiático. Quince siglos más tarde, en la dinastía Ming (1368-1644) se construyó el Templo de la Serpiente, en honor al áspid que salvó en forma de rayo a la población de Fujian de una plaga que se llevó miles de vidas.
En el Antiguo Egipto, la serpiente fue un animal adorado tanto bien como mal, dependiendo del periodo pero sobre todo del faraón reinante; Seti I hizo inscribir en su ataúd la siguiente frase: “El alma de todos los dioses vive en las serpientes”, lo que nos sirve de claro ejemplo para ver la aceptación del reptil en la sociedad egipcia. Incluso la diosa Uazit –serpiente, como no– y que es la guardiana de las regiones de los muertos; se la identificaba con el renacimiento de los cielos y la renovación del cuerpo. Y no debemos olvidarnos de Cleopatra, famosa donde las haya, que murió por la mordedura de una serpiente lo que demuestra su carácter sagrado para los egipcios, representada infinidad de veces en sus jeroglíficos.
En la mitología griega, la serpiente tiene un papel notorio en varias leyendas: Apolo venció a la serpiente Pitón que devastaba la región de Tesalia, reptil que había sobrevivido a la inundación universal que había ocurrido miles de años antes. Laocoonte y sus hijos murieron devorados por unas serpientes que cruzaron el estrecho que separaba Troya de la isla de Tenelos, las cuales se escondieron después de la “comilona” tras el escudo de Minerva, en el templo de la diosa. En la cultura minoica –isla de Creta– la diosa de las serpientes fue adorada como parte de la Gran Diosa Madre, alrededor del 1.600 a.C. Era representada con un gran escote y dos serpientes, una en cada mano. En cambio, el paisano de esa misma isla Areios de Heraklión, escribió que <<la primera y más alta divinidad es la serpiente con cabeza de gavilán. Cuando abre los ojos, llena de luz la Tierra recién creada; cuando los cierra, se cubre de tinieblas>>, demostración también de que la liturgia cristiana no fue la que creó dichas frases, sino que las copió de culturas anteriores. Pero sin duda, una de las serpientes más famosas que han dado las tierras helenas es Glycon, el reptil con peluca que fue considerado como un dios durante casi tres siglos.
Alejandro Abonuteico (105-175) ciudadano griego autoproclamado profeta único de Glycon, se inventó la historia de que una serpiente con peluca, presentada en un huevo de oca, había sido traída por él mismo a la región del Ponto –de donde era originario– desde Babilonia. De dicho huevo nació el dios Glycon, que alcanzó una gran popularidad en la época. A diferencia de las otras creencias en las que el dios no se ve, Alejandro fue listo como él solo y amaestró una serpiente, le colocó una cabeza de marioneta con pelo y la puso a bailar y a levantarse delante de la gente en la plaza del pueblo. Realizaba oráculos interpretados por los exégetas de la nueva creencia y nuestro protagonista llegó a hacerse multimillonario, como diríamos hoy. Fue tanta la influencia de Alejandro, que el emperador Marco Aurelio le pidió un par de oráculos para él y su familia imperial además de conseguir que se cambiase el nombre de su pueblo de Abonuteicos por el de Ionópolis (Ciudad de la Serpiente). Genio y figura este Alejandro.
Conocemos de él por la obra Alejandro o el falso profeta, de Luciano de Samosata (125-192), donde el autor griego le pone de vuelta y media, llamándole ‘estafador’ y ‘vicioso’ por sus prácticas de dudosa moralidad y el cobro de los oráculos a un precio bastante alto. Pero sobre todo, lo que molestó a Luciano fue la serpiente amaestrada con cabeza de marioneta que servía de deidad, lo que no impidió que en tiempos de los emperadores Antonino Pío, Caracalla y Maximiliano el Tracio se acuñaran monedas con el dios Glycon en el anverso.
Incluso en Antioquía fue encontrada una inscripción que versaba <<Glycon nos protege de la peste>>, fechada en el año 160 d.C. Esto nos puede dar unas pistas de porqué en el Apocalipsis la serpiente es mala y es arrojada de los cielos: por aquella época (siglos II-IV), cuando el cristianismo era incipiente, la competición religiosa estaba a la orden del día y Glycon contaba con muchos adeptos, algo que desde el cristianismo se veía con recelo: todo aquello que no fuese Dios era el Diablo, y Glycon no era Dios; era contrario y por lo tanto, el diablo (recuerden lo de la herejía antes explicada). La serpiente, a partir de entonces, sería relacionada con Satanás en la religión de Cristo.
Mención aparte merece Asclepio y su vara con una serpiente en la mitología griega (Esculapius en Roma). Asociado a la astrología y a la curación de los enfermos mediante la medicina –de aquí el símbolo de las farmacias– su leyenda es muy curiosa y divertida: un día, Hades tenía un cabreo monumental y fue a hablar con Zeus, el jefe de los jefes. El motivo del enfado no era otro que Esculapio, que con su vara estaba resucitando a todo el personal que dormía para la eternidad en el inframundo, dejando a Hades sin huéspedes en su ¿dulce? morada. La decisión del jefe fue ecuánime: acotó la vara a curar a los vivos, así ambas partes salían beneficiadas y Esculapio se veía librado de una buena carga de “trabajo”. Fácil, sencillo y para toda la familia.
En la península ibérica, en la zona de Galicia, Asturias y Cantabria, la serpiente fue adorada incluso antes de la llegada de los celtas, en torno al siglo VI a.C. Cuando el pueblo del norte se asentó en la península, su culto aumentó considerablemente, sobre todo en la zona gallega, y rendían pleitesía al dios Cerunnos que era representado como una serpiente con cuernos de carnero. Su carácter era funerario y su veneno un símbolo para el pueblo celta, que también adoraba al animal en sí y le utilizaba en rituales para la fertilidad de la mujer y la tierra.
“Si no se llama Dios, es el Diablo”
En esta frase cristiana y hebrea se resume el conocimiento de los mismos con respecto al resto de religiones del mundo. Ponemos un ejemplo: el dios de la antigua Canaan, llamado Baal, era una figura representada con dos cuernos (era a esta deidad a la que rezaba el pueblo hebreo cuando Moisés bajó y destruyó las Tablas de la Ley). Pues bien, este dios, que era asociado por los antiguos habitantes de Palestina a la fertilidad era llamado también Baal-Zebub, que significa ‘señor de las moscas’. Y este vocablo derivó en el lenguaje hebreo a Belcebú, sinónimo de Satanás, hecho que demuestra una vez más, que aquello que era distinto a su creencia era tachado como ‘maléfico’ o ‘diabólico’. Pues bien, los cristianos no lo hicieron diferente a los hebreos en su Historia. Por cierto, Baal era conocido como el ‘Jinete de las nubes’ y si cogemos el pasaje de Lucas 21,27 leemos <<Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes>>. Si esto no es una copia, que baje su dios y lo vea.
Conclusiones
Vistos los ejemplos, es indudable que el judaísmo y el cristianismo identifican con Satanás a toda aquella deidad que no se llame Yahvé o Dios. Como no, la versión de la serpiente-Diablo en la Creación confundiendo a los humanos les venía fenomenalmente bien a la nueva secta surgida a orillas del mediterráneo este; el Demonio, al igual que Dios, estaba presente en el inicio de todo lo que llevaría a los humanos a no apartarse nunca del pecado, que la teología cristiana denominó pecado original. Ahora bien, recapacitemos por un momento: Dios dice que no coman del fruto, mientras la serpiente-Diablo no les dice directamente que lo hagan, sino que le da a Eva la posibilidad de elegir. Génesis 3,4:
Y con respecto a elegir a la serpiente como quien engaña, es explicado con la intención que tenían los hebreos y los cristianos de deslegitimar a las otras creencias competidoras; esas culturas que tenían al reptil en alta estima con respecto a su visión del inicio del mundo. Los creyentes en Yahvé y Dios también utilizaron a la serpiente en la Creación, pero siendo “la mala” y no la causante de la vida en la tierra en forma de rayo. Un ejemplo más en toda la Historia, que demuestra la obsesión persecutoria hebrea y cristiana con otras religiones paganas durante toda su existencia, a las cuales copiaron rituales, frases, creencias y mitos. Ver para creer.
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