El pasado martes un guía religioso pakistaní, llamado Muhammad Sabir, que había alcanzado cierta reputación en su aldea, Mubarakabad, por su presunta capacidad de obrar milagros. Para ello, pidió un voluntario, que debía de estar casado y tener hijos. Y como para cada roto hay un descosido, el voluntario apareció. Se llamaba (y hablo en pasado) Muhammad Niaz, 40 años y padre de 6 niños. El miércoles, Niaz se colocó sobre una mesa en una plaza pública, atado de pies y manos. Entonces Sabir le cortó la garganta delante de todo el mundo.
Alguien con un poco de sentido común, llamó a la policía, pero no pudieron llegar a tiempo. Naiz, ya había muerto.
Los testigos del macabro evento declararon que Sabir pronunció unas palabras después de matar al voluntario, para traerlo de nuevo a la vida. Al comprobar que aquello no funcionaba, el guía religioso puso en práctica el plan B: salir por piernas.
El matarife pudo ser detenido por los aldeanos, y posteriormente por la policía, cuando llegaron a la escena del crimen.
Lo peor de este incidente, no es que pueda haber un perturbado mental que se crea con la facultad de revivir a ...los muertos: es que algún idiota se preste voluntario para que demuestre que es un mentiroso. Pero aquí no termina todo. Las declaraciones de la hermana de la víctima son aun peores:
¿Por qué debería llorar cuando sé que mi hermano ahora está en el cielo? Él será recompensado por sus servicios para el guía espiritual en el más allá. Mi hermano se ofreció para que se obrase el milagro y el guía espiritual no debería haber sido arrestado.
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