"Los prestamistas hacen burla de los científicos, que dicen que nada surge de la nada; para estos hombres los intereses surgen de lo que aún no tiene existencia... pues prestan dinero contra la ley, cobrando impuestos de sus deudores o más bien, si debo decir la verdad, estafándolos en el acto del préstamo; pues quien recibe menos que el valor nominal de su documento es estafado."
Estas palabras no son nuevas. Las escribió Plutarco hace 20 siglos en su obra Moralia, al hablar sobre el préstamo.
Tampoco es nueva la necesidad de regulación e intervención de los estados en lo que a economía se refiere. Ya en el siglo XVII ac. es decir, hace casi 4000 años, en Mesopotamia, las tasas de interés sobre préstamos eran vigiladas atentamente de tal forma que si el prestamista aumentaba su tasa de interés después de haber dado un crédito, perdía el monto total del préstamo.
Actualmente asistimos a un episodio en el que la codicia desmesurada de unos pocos, que alimentan la ambición de los demás por tener aquello que en realidad, no necesitan, esta teniendo unas consecuencias catastróficas debido al saqueo de los recursos globales por parte de una minoría. Y se comete amparándose en una doctrina económica que trata de deslegitimar la regulación e intervención económica de los estados.
Las virtudes, ambiciones y defectos del ser humano no han cambiado. Son los mismos, siglo tras siglo. Sí son diferentes en cambio algunos medios de los que los codiciosos hacen uso. Se estima que en 2010 el 56% de las operaciones de capital en Estados Unidos y el 38% en Europa se realizaron a través de high-frequency trading —HFT o negociación de alta frecuencia— con escasa o ninguna intervención humana. Otro factor a considerar sería la...
inadvertida capacidad —pero a mi juicio potencialmente muy importante— de las grandes corporaciones de telecomunicaciones que disponen de los medios tecnologicos para desviar a través de determinados enrutamientos en sus backbones las lineas de comunicaciones y dar o restar así milésimas de segundo de ventaja a determinados estados, corporaciones y otros actores de esos llamados “mercados” en sus transacciones especulativas.
La codicia no es nueva. No lo es. Hay quien la justifica vistiendola de ambición, en el marco del legitimo derecho a prosperar como ser humano, como profesional, como comerciante, empresario, pero hay seres humanos que acumulan mucho más de cuanto les es necesario, con el único fin de ejercer poder sobre quienes poseen menos que ellos. Y están destruyendo las bases de la sociedad y de la convivencia.
Tal vez bastaría con hacerles recordar que todos nacemos iguales, acabamos nuestro paso por este mundo de igual forma, y que hasta la fecha, nadie ha sido capaz de llevarse ni un gramo de oro consigo tras la muerte. Entonces y solo entonces tal vez se pregunten ¿mereció la pena?
Miguel Angel Garcia Sánchez
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