El sudor y las lágrimas ocasionadas por el trabajo por usted, su majestad, impuesto, y recompensado con su irreal y falsa moneda, solo engorda las arcas de su palacio de ambición y poder de su majestad el Rey, su corte, de los políticos corruptos y de sus familias. Más vale pagarnos con especias, granos y sal y dejarnos en paz con sus corruptas leyes e infundados impuestos a la vida, que seguir arrodillados a sus pies, cuyos zapatos manchados de la sangre de su pueblo, relucen bajo el reflejo del oro de sus vestiduras y de los palacios de su realeza y seguidores.
También quiero que sepa, su majestad, que sus súbditos saben a qué dios responde usted y los gobernantes del mundo, y que no están dispuestos a seguirlo, porque vuestro dios no es nuestro dios, porque su dios es de la tierra, la guerra y el sufrimiento, y el nuestro es del cielo, la paz y el amor.
Sus súbditos están cansados, golpeados, hambrientos, enfermos, desilusionados, pisoteados, atropellados, extorsionados, vapuleados, usados, engañados y manipulados, pero no están vencidos.
Ya no hay lugar en los reinos de la tierra para reyes y presidentes, parásitos de pueblos sometidos en la miseria impuesta por sus representantes, ministros y gobernantes, fieles súbditos de su insensible corte real.
Su corazón marchito de poder y endurecido por años de ignorar a su pueblo no es digno de nosotros, sus esclavos. Por eso le pedimos, le exigimos, que vuestra majestad, el Rey, y toda su corte de perversos demonios y gobernantes, se retiren y nos dejen en paz, para vivir libres y justos, en armonía y amor con nosotros mismos y con nuestros semejantes.
Espero vuestra majestad, el Rey, no haberlo turbado con tan dolorosa misiva, solo espero haberlo informado de lo que su pueblo grita fuera de los muros de su impenetrable y sordo palacio:
¡¡LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD!!. Y poder escuchar al fin, la tan deseada y esperada noticia de que el Rey y sus gobernantes han dimitido, y que el mundo entero pueda gritar al unisonó:
!!EL REY DIMITIDO, VIVA LA LIBERTAD!!
Súbdito: Persona sometida a la autoridad de un monarca, de un estado o de otra autoridad superior.
Súbdito, del latín subdĭtus, es quien está sujeto a la autoridad de un superior y tiene la obligación de obedecerle. El concepto se usa para nombrar al ciudadano de una nación que debe someterse a las autoridades políticas.
Por ejemplo: “El error del líder fue mostrar debilidad ante los súbditos”, “El monarca siempre se dirigía a los súbditos con... simpatía y calidez, con la intención de asegurarse su confianza y evitar las revueltas”, “Lord Scheniltz se niega a seguir siendo súbdito de Su Alteza”.
Es importante establecer diferencias entre el súbdito y el ciudadano. El súbdito implica una situación jurídica por la cual una persona depende del Estado de por vida, con un ejercicio limitado de los derechos civiles y políticos. El ciudadano, en cambio, mantiene un vínculo diferente con el Estado, ya que goza de diversos derechos.
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