Tramos enteros de la historia del
antiguo Israel están inventados:
- La historia de la esclavitus en Egipto es ficticia.
- El Exodo, no tiene ninguna base historica.
- La gesta de David contra los Filisteos es inverosimil.
- La Jerusalén de Salomón, era un pueblo serrano, sin fortificaciones ni grandes Templos.
La Biblia desenterrada es un libro de los investigadores Israel Finkelstein (director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv) y Neil Asher Silberman (arqueólogo israelí), dedicado a desentrañar la historia del
antiguo pueblo israelita, contrastando las historias del Antiguo Testamento con
los descubrimientos arqueólogicos modernos. Antes de cualquier objeción en ese
sentido es necesario aclarar que no se trata de un libro antirreligioso o una
denuncia de las falsedades de la Biblia. No obstante, es previsible que los
creyentes menos sofisticados o más habituados a la interpretación literal de la
Biblia resulten sorprendidos o afectados negativamente.
Los autores se
esfuerzan a cada paso en destacar el valor de la Biblia como documentación, no
necesariamente de la historia, sino de las condiciones políticas y las
inquietudes sociológicas de los habitantes de los territorios que se engloban en
los...
libros bíblicos bajo la denominación de “Israel”, y que estuvieron en
realidad muy lejos de la epopeya fundacional de Moisés, de la fulgurante
conquista de Canaán y del legendario poder de la dinastía davídica o del rey
Salomón.
No se trata simplemente, como se suele creer, de que ciertos
pasajes del Antiguo Testamento sean exagerados o contengan episodios
mitificados. Más bien nos encontramos con que tramos enteros de la historia del
antiguo Israel están inventados, y otros están basados muy libremente en
desarrollos históricos paralelos.
Los estudiosos están de acuerdo, por ejemplo,
en que la historia de la esclavitud en Egipto es completamente ficticia, aunque
pudo inspirarse en el hecho de que los egipcios empleaban a muchos obreros
inmigrantes del Sinaí en sus obras públicas. El Éxodo tampoco parece tener base
histórica alguna, resultando particularmente inviable una huida masiva de
esclavos a causa del férreo dominio que Egipto ejercía sobre el actual
Israel.
La conquista de Canaan
El ciclo de sangrientas batallas que (según la Biblia) llevaron a
la conquista de Canaán por los israelitas no tiene correlato arqueológico,
excepto la destrucción de las ciudades-estado litorales por parte de un
adversario desconocido, quizá los enigmáticos “Pueblos del Mar”, y luego de una
corta renovación posterior, la nueva y definitiva devastación llevada a cabo por
el faraón egipcio Shoshenk (llamado Sisac en la Biblia). Lo que ocurrió entre
los supuestos “israelitas” y los cananeos es en realidad un reflejo de varias
olas de colonización y abandono de las tierras al oeste del Jordán por parte de
pueblos nómades, y un recuerdo de tensiones habituales entre los pastores
nómades y los agricultores sedentarios. La auto-identificación étnica de los
israelitas como pueblo fue posterior.
David y Goliat
La gesta de David contra los
filisteos es también inverosímil, por cuanto el reino de Judá era pobrísimo en
hombres, en recursos y en cultura material; de la misma manera, el esplendor de
Salomón no condice con la constatación de que la Jerusalén de esa época era
apenas un pueblito serrano, sin fortificaciones ni grandes templos. Los
numerosísimos ejércitos bíblicos no hubieran podido formarse ni mantenerse.
Buena parte de toda esta historia fue escrita siglos después, para legitimar la
unificación sociopolítica e ideológico-religiosa del reino, que buscaba subsumir
a las tribus del norte (Israel propiamente dicho) y las del sur (el reino de
Judá), con su capital y su Templo al único Dios situados en la sureña Jerusalén.
Las profecías que se refieren a la suerte de Judá y de Israel representan
intentos a posteriori de conciliar las supuestas promesas divinas de reinado
eterno y unificado con la amarga separación y enemistad entre los reinos y con
la inexplicable prosperidad de un Israel que se había rebelado contra Dios.
De hecho, el reino del norte (Israel) es consistentemente vituperado en
la Biblia. El pecado de Israel fue precisamente su apertura a los cultos de
otros dioses y la disposición de sus reyes a tomar esposas extranjeras, como la
infame Jezabel, reina de origen fenicio, desposada con el rey Ajab. Por este y
otros pecados, los descendientes de Ajab murieron uno tras otro de formas
horribles. En realidad, esta historia (narrada en el libro de los Reyes) es casi
totalmente ficticia. Israel bajo la dinastía omrita fue un reino fuerte y
próspero, siendo el primero que amerita mención en documentos de otros pueblos
de Medio Oriente, en momentos en que Judá era apenas un conjunto de aldeas
escasamente pobladas. Sólo cuando el imperio asirio devastó Israel tuvo Judá la
oportunidad de transformarse en un estado, y el rey Josías pudo usar los textos
sagrados para legitimar su ocupación de las tierras del norte, su poder sobre
todas las tribus, y la centralización forzada del culto a Yahvé en
Jerusalén.
La Biblia desenterrada es un recurso valiosísimo para
quien debata sobre la historicidad de la Biblia. Inevitablemente, el libro es
algo denso, ya que cuenta con un gran nivel de detalle y suele revisitar los
hechos desde varios puntos de vista, pero leerlo brinda el placer de encontrarse
con un trabajo arqueológico de primera clase, donde las certidumbres y las dudas
de los investigadores están honestamente delineadas. Debe tenerse muy en cuenta
que el libro no es una crítica a la Biblia: no busca desmontarla ni
ridiculizarla, sino mostrarla como una epopeya nacional y un cuerpo de leyendas
inspiradoras para un pueblo que ha persistido, reinterpretándola y adecuándola a
sucesos cambiantes, durante milenios, a pesar de exilios y persecuciones que lo
han llevado a todos los rincones del mundo.
Aunque la verdadera historia
no está en la Biblia, tampoco corre paralela a ella, sino que la toca y la
moldea, mediada por la teología y la política, por las tradiciones literarias y
las expectativas del pueblo al que fue destinada. Que tantas veces haya sido
impuesta por unos a otros, que tanto tiempo haya sido afirmada dogmáticamente
como verdad fáctica y no aceptada como mito, no es culpa del libro ni de sus
antiguos autores, sino fruto de esa terrible cerrazón que es el fundamentalismo
religioso y de la ignorancia de los literalistas.
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