En esta crisis hay ganadores y perdedores y los ganadores pretenden que tal estatus se asiente como nueva ‘normalidad’, un símbolo para que se perpetúe la pérdida de derechos históricos
@ecoapiedecalle | Desde Economistas Frente a la Crisis denunciamos la ‘nueva normalidad’. Es decir, la aceptación de las reformas estructurales emprendidas y el conjunto de los equilibrios/desequilibrios promovidos, en los que se reflejan múltiples transformaciones, cuya visión repetitivita quiere instaurar en la sociedad un sentido de nueva normalidad. Impuesta, claro. Ese modo elegido para salir de la crisis con la resultante de que unos salen más fortalecidos y la mayoría más debilitados, es también una ‘nueva normalidad territorial’ en la que los países del sur, incluida Cataluña, son pasto de los que dominan el poder económico. ¡No lo olvidemos!
En este escenario, el rol que interpretan los países del sur es el de tener que competir entre ellos y con el Este de Europa, así que nuestro horizonte es convivir con salarios bajos, precariedad laboral y exportar a precios competitivos.
Son las reglas para funcionar en una Europa dual que ha sido incapaz de enfrentarse a la crisis con bravura.
Se consagran las asimetrías, la desigualdad y las divergencias.
Nos llevan justo por donde no queremos ir. Han roto el proyecto ilusionante de una Europa unida y solidaria para convertirla en un símbolo de las desigualdades. Como afirma Krugman, en los debates políticos sobre la sanidad, la educación y la igualdad, la ideología se ha impuesto por completo a la realidad.
El ex-vicepresidente de Asuntos Económicos de la Comisión Europea confesó que la crisis de la deuda pública se ha gestionado de forma indiscriminada y dañina al crecimiento
Por su parte, Olli Rehn –ex-vicepresidente de Asuntos Económicos de la Comisión Europea- confesó que la crisis de la deuda pública se ha gestionado de forma indiscriminada y dañina al crecimiento, una afirmación que nos llega un poco tarde pero que abunda en la convicción de que la incapacidad para salir de la crisis nos aboca a que las divergencias competitivas sean el modelo económico y social que nos han diseñado para las próximas décadas. Por estos motivos es positivo que esté tomando fuerza el movimiento ciudadano denominado ‘Audita la deuda pública’.
Auditemos la deuda pública. No es, como algunos dicen y otros piensan para una acción de acuerdo con el Convenio de Viena, que la convertiría en ilegítima. Auditar la deuda pública es para un proceder educativo, porque analizándola sabremos por qué nos hemos endeudado, cómo han priorizado nuestros políticos las necesidades y, sobre todo, por qué se han realizado unos proyectos y no otros.
También es interesante conocer quién o quiénes son los beneficiarios, quién hizo el negocio. Pensemos que auditar la deuda por los ciudadanos es estudiar la anatomía del gasto público, el resultado de hacerle la autopsia a un ‘gasto muerto’ como es la carga excesiva que supone la deuda. En el caso de algunas Comunidades Autónomas, como la de Murcia y Valencia, el endeudamiento es ‘diabólico’.
A pesar de la propaganda, la realidad es que seguimos en plena crisis, entendida no sólo por sus desequilibrios y desempleo de recursos sino también por la desorientación política y el desconcierto social porque, ya se sabe, en esta crisis hay ganadores y perdedores, y los ganadores pretenden que tal estatus se asiente como un símbolo para que se perpetúe la pérdida de derechos históricos, cual antigualla de un pasado utópico irrepetible. Porque el gasto público se quiere para otros objetivos o, sencillamente, porque se quiere pagar menos impuestos, menos salarios, menos amparo, menos demandas sociales, menos inversión pública, menos formación, menos pensiones y más familias en precario. Es la perfección del círculo imperfecto.
Nos faltan políticas que coloquen al empleo como primer objetivo y que se olviden de resurgir otra vez la economía del pelotazo. Hay quienes no tienen más salidas que apoyar proyectos oxidados, no relanzan el crédito y ...la inversión porque desde los potentes lobbies y desde las ‘puertas giratorias’ quieren imponer su nueva ‘normalidad’.
Debemos provocar un debate para no sentirnos atrapados, pasar a la acción de las propuestas. Esta crisis tiene nombre y apellidos y no debemos consentir que un capitalismo excluyente, que se ha enquistado en un partido petrificado, se apropie de lo que es común. Si no lo hacemos, en el futuro nos demandarán por no actuar en el momento adecuado.
José Molina Molina | Doctor en Economía, Sociólogo y miembro de Economistas Frente a la Crisis
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