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lunes, 15 de diciembre de 2014
¿Quiénes son los descendientes de la civilización perdida de Hiperbórea?
Por Manuel Sancho Pomés
Fuente: http://oldcivilizations.wordpress.com/2010/11/06/%C2%BFquienes-son-los-descendientes-de-la-civilizacion-perdida-de-hiperborea/
Un
continente, o isla de leyenda, es el de Hiperbórea, que habría ocupado
una parte de las regiones árticas actuales, antes de la modificación del
eje terrestre, que implicó la segunda glaciación universal. Esta
civilización debió florecer hace más de 60.000 años durante el último
período interglacial. Los griegos conservaron el recuerdo de esta “Tierra del Sol Eterno” que se extendía “más allá del dios Bóreas”,
señor del frío y de las tempestades. Piteas de Marsella, intrépido
navegante y renombrado sabio, en el siglo V a. C. llegó a una tierra que
toca el círculo ártico. Los habitantes de esas islas le declararon que
si navegaba un día entero hacia el Norte, encontraría “el mar sólido”.
Aquella isla a donde había arribado Piteas se llamaba Thule y las
noches duraban casi 24 horas en el período del solsticio de verano, y
todo lo contrario ocurría en el solsticio de invierno.
Fue una gran potencia que reguló el mundo en sus tiempos. Muchos
reinos se levantaron en distintos ciclos, pero cinco fueron los
protagonistas que llevaron a la humanidad hacia nuevos senderos.
Hiperbórea corresponde a uno de estas potencias. Las recientes
investigaciones de la ciencia están en consonancia con los relatos
arcanos que se protegieron para que no fuesen destruidos. Los relatos
antiguos narran que la primera civilización del planeta tuvo su origen
en el lejano Norte antes de que ocurriera una época glacial. También hay
referencias al hombre como descendiente de la tierra de los dioses, el Monte Meru, en el lejano Norte
Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos que más influyó en la exaltación de la raza aria y en el nazismo, dijo lo siguiente: “Mirémonos
de frente. Nosotros somos hiperbóreos, –sabemos muy bien cuan aparte
vivimos. Ni por tierra ni por mar encontrarás el camino que conduce a
los hiperbóreos; ya Píndaro supo esto de nosotros. Más allá del norte,
del hielo, de la muerte –nuestra vida, nuestra felicidad… Nosotros hemos
descubierto la felicidad, nosotros sabemos el camino, nosotros
encontramos la salida de milenios enteros de laberinto”. Desgraciadamente, al igual que en el caso de Nietzsche,
la mayoría de los estudiosos de la civilización Hiperbórea han tenido
ciertas veleidades racistas y nazis (ver artículos sobre “Los enigmas del Nazismo”).
Por ello varias de las fuentes que utilizo en este artículo pueden ser
identificadas como simpatizantes del nazismo. Pero intentaré filtrar los
elementos que considere más influenciados por aspectos ideológicos.
También tenemos que hacer referencia a que no queda suficientemente
clara la relación entre Hiperbórea y Atlántida, por lo que a veces ambas
civilizaciones se confunden.
Algunos místicos de la antigüedad afirman que la humanidad ya existía
antes de aparecer sobre el universo físico, en un mundo sin tiempo. Y
el mundo material sería un reflejo de otro mundo en un entorno
espacio-temporal. En la puerta del templo de Sais, en Egipto, bajo la
estatua de Palas se halla la siguiente inscripción: “Soy todo lo que es, lo que ha sido y lo que será y ningún mortal ha levantado todavía mi velo”. Es
el velo de Isis, que representa el umbral que hay que atravesar para
conocer la totalidad. Y se afirma que una civilización descendida de
las estrellas habría visitado nuestro planeta hace miles de años,
cambiando para siempre la historia de la tierra.
De aquello ya no quedan más que algunas ruinas. La historia de ese
pueblo desconocido vuelve a retrotraernos a la Atlántida y a la antigua
Thule. La tradición aria indica que esta morada de los dioses se hallaba
en el extremo septentrional. Y esta patria polar fue “una enorme isla de Hielo rodeada de altas montañas transparentes como el diamante”. Hiperbórea no habría sido, sin embargo, glacial: “en
el interior del país reinaba un dulce calor en el que se aclimataba
perfectamente una vegetación verdeante. Las mujeres eran de una belleza
indescriptible. Las que habían nacido en quinto lugar en cada familia
poseían extraordinarios dones de clarividencia”. Los habitantes de Hiperbórea son descritos en el “Libro de Enoc”: “Su
carne era blanca como la nieve y roja como la flor de la rosa; sus
cabellos eran blancos como la lana; y sus ojos eran hermosos”. Y
continúa diciendo que en Thule, la capital de Hiperbórea, “vivían los sabios y los doce miembros de la Suprema Iniciación…”
En la mitología griega, Hiperbórea era una región situada en las
tierras septentrionales aún desconocidas, al norte de Tracia, región del
sureste de Europa, en la península de los Balcanes, al norte del mar
Egeo. Su nombre griego: (Υπερ βορεία) Hyper Boreas, significa «más allá del norte») y deriva precisamente de que se creía que el dios del viento
Bóreas habitaba en Tracia, y los hiperbóreos, sus hijos, lo harían más
al norte de este reino, en el país de Hiperbórea. Se les atribuían
costumbres primitivas: Sileno, en una de sus fábulas, decía que fueron
los primeros hombres en ser visitados por los habitantes de otro
continente más allá del océano que, asustados por lo que se encontraron,
regresaron a su país y no volvieron más. De los hiperbóreos se decía
que eran inmortales, además de ser descritos como Dioses. El dios Apolo
conducía cada diecinueve años su carro hacia esta región para
rejuvenecer. Autores adscritos al esoterismo nazi postularon una teoría
en la que a Hiperbórea la consideraban el país origen de la raza aria.
La sociedad nazi Ahnenerbe se habría dedicado a estudiar este tema y
otros relacionados como las ciudades subterráneas.
Howard Phillips Lovecraft, escritor estadounidense,
autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción, es conocido por
su literatura fantástica, sus referencias a los dioses primigenios y sus
ideas claramente racistas. Fue un gran conocedor de los antiguos
imperios y de la civilización sumeria, en la que fundamentaría muchas de
sus enigmáticas novelas. Conocedor del pasado hiperbóreo de las
civilizaciones, Lovecraft se refiere a la raza teutona como descendiente
de los antiguos dioses: “El teutón es la cima de la evolución. Al
rastrear la trayectoria del teutón a lo largo de la historia medieval y
moderna, no encontramos excusa posible para negar su real supremacía
biológica. (…) Sus innatas habilidades raciales le han llevado a la
preeminencia. No hay rama de la civilización que no sea obra suya. (…)
En los países cuya población es principalmente teutónica, contemplamos
una prueba sorprendente de las cualidades de la raza: Inglaterra y
Alemania son los supremos imperios del mundo. La historia de Estados
Unidos es una larga alabanza del teutón y seguirá siéndolo si logra
atajar a tiempo la inmigración degenerada y preservar el carácter
primitivo de la población. (…) Los ingleses y los alemanes son hermanos
de sangre, descendientes de los mismos duros antepasados adoradores de Wotan (Odín)…”
Un desastre de enormes proporciones, acompañado de terribles
tsunamis, habría destruido la morada de los dioses. El hecho es recogido
en las tablillas sumerias: “Aquel día remoto, aquella noche remota, aquel año, aquel año remoto… Cuando ocurrió el Diluvio”. Atrahasis,
protagonista de la epopeya babilónica del Diluvio, relató aquellos
acontecimientos. Los dioses habrían huido y sus descendientes se habrían
dispersado por la tierra, pero su huella reaparecería inmediatamente
después de la catástrofe. Hay rasgos comunes en civilizaciones
prácticamente contemporáneas a la sumeria, situada en las tierras
regadas por los ríos Tigris y el Éufrates, tales como la egipcia, en las
orillas del Nilo, la cultura de Mohenjo Daro, en el valle del Indo y
otras muchas por todo el mundo, como Tiahuanaco en los Andes.
Los mitos y leyendas de la antigüedad recuerdan a una antigua tierra
mágica, origen de la humanidad, y que podemos identificar como la
antigua civilización de Hiperbórea, supuesta patria original de los
arios. En el Tíbet, antes de ser invadido por los chinos, eran guardados
en los templos una serie de viejos manuscritos que se referían a ese
pasado remoto. Los arios de la India nos dicen que el continente Ártico,
hace milenios, era un lugar de clima templado y con una naturaleza
exuberante. Y afirmaban que Hiperbórea, tierra mágica liberada del
tiempo, fue creada por una raza superior: los hiperbóreos (recomendamos
leer los artículos sobre “La Tierra, ¿es hueca y alberga un reino subterráneo?”).
Según la mitología, su civilización participaba del conocimiento
trascendente y la habían creado “dioses” venidos de las estrellas. Se
les llamaba “ariyas”, de donde proviene la palabra “ario”, que significa “iluminado”.
El origen de Hiperbórea se genera en tiempos remotos, cuando se dice
que en el cielo hubo una confrontación entre Jehová y las huestes de
Lucifer. A consecuencia de esta confrontación el espíritu quedó
encadenado a la materia, creándose un linaje de “semidioses”.
Estos seres se hallarán desde entonces entre dos mundos y en medio de
una terrible confrontación cósmica. Tratando de ayudar a sus hijos
semidivinos, los Dioses crean Hiperbórea, un territorio desde el que intentan liberarlos de las cadenas de la materia.
Estos mismos mitos explican que Hiperbórea estaba situada más allá
del océano boreal y aislada del resto del mundo por una muralla mágica
de hielo. En otras versiones la muralla mágica era de piedra, similar a
las construcciones ciclópeas del mundo antiguo. Gracias a esta
separación, se decía que la pureza racial no estaba amenazada y podían
vivir en perfecta armonía. Cuando los dioses hiperbóreos partieron
nuevamente más allá de las estrellas, dejaron en la tierra un objeto
sagrado: el Grial. Este objeto, que se dice es la esmeralda de la corona
de Lucifer, tiene la virtud de permitir a los espíritus caídos mantener
el vínculo con el mundo de los dioses.
Tras un enorme cataclismo planetario, Hiperbórea desapareció y la
eterna primavera ártica dio paso a un clima gélido e inhabitable, por lo
que los sobrevivientes tuvieron que emigrar hacia el sur, hacia
Escandinavia. Pero algunos arios emigraron hacia Asia, fundando la
legendaria civilización del Gobi. Los innumerables restos de fauna
congelada en las islas árticas, hoy inhabitables, como la isla de
Vrangel, al norte de Siberia, en pleno Océano Ártico, así como los
yacimientos de carbón de las islas árticas como Spitsberg, en Noruega,
son la demostración de que en otro tiempo aquellas tierras polares, hoy
inhabitables, fueron lugares de naturaleza exuberante. De esta manera,
la patria original de los arios fue sepultada por los hielos polares.
El escritor chileno Miguel Serrano Fernández, simpatizante del nazismo, estudió
el origen de los arios, llegando a la conclusión de que el Génesis
bíblico en realidad es un relato atlante. Según afirma, la mitología
griega se refiere al origen del hombre explicando que “al principio,
un hombre surgió de la tierra. Se llamaba Evénor y desposó a Leucippe.
Tuvieron una hija, Clito. De ella se enamoró Poseidón”. Poseidón, como representante de una raza divina, habría cohabitado con las “hijas de los hombres”. De esta forma se engendraron los héroes semidivinos de la mitología: “En
verdad, los dioses griegos son los héroes y reyes semi-divinos de la
Atlántida- Hiperbórea. Poseidón y Clito dan a luz las cinco parejas de
gemelos de los diez reyes de la Atlántida. Los Dioscuros, Castor y
Pollux son una de estas parejas. También lo sería Jasón. Por lo menos es
un rey del Grial, como Hércules”. Serrano llega a la conclusión de
que existen varias humanidades: La humanidad divina de los hiperbóreos,
la semidivina de los héroes descendientes de los cruzamientos de
“dioses” con...
humanos y la de los humanos.
Platón al tratar sobre la destrucción de la Atlántida, posiblemente
se refería a una catástrofe acaecida con mucha posterioridad a la
inmensa tragedia que afectó a Hiperbórea, en que parece ser que los
divinos hiperbóreos se salvaron viajando temporalmente a otros planetas,
tal vez Venus, Marte o Luna , en sus vimanas o “discos volantes”.
Cuando, al cabo de mucho tiempo, los “dioses”, entre ellos Lucifer,
regresan, lo encuentran todo cambiado. En la superficie terrestre había
nuevos seres y, según las leyendas, los ”dioses” se cruzaron con los “hijos de la tierra”, transfiriéndoles “la esencia o fuego de los dioses”,
tal como se explica sobre Prometeo. En la mitología griega, Prometeo es
un Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el
fuego de los dioses en el tallo de una planta y darlo a los humanos para
su uso, por lo que fue castigado.
Se dice que Lucifer y sus huestes se adentraron en las cavernas de la Tierra Hueca, donde fundaron el Reino de Agartha. Al igual que el “Libro de Enoc” y el “Mahabharata”, también los Edda, colecciones de historias relacionadas con la mitología nórdica, explican estos mismos hechos. En los Edda, aunque se dice que los habitantes originales de Cielo eran los Ases,
ellos no eran las únicas divinidades que las razas nórdicas veneraban,
pues también reconocían el poder de los dioses del mar y del viento,
los Vanes. Son los ángeles del “Libro de Enoc” que
enseñan a los hombres la ciencia, el arte y la civilización. Los
escritos antiguos nos hablan de un conflicto bélico legendario entre
parientes de la misma sangre, los Ases y los Vanes, que son los Pandavas
y los Koravas en el Mahabharata.
Los Ases provienen del monte Elbruz, en el Cáucaso, y son guiados por Odín-Wotan con su hacha mágica. Los Vanes se hallan al norte. Atlas sería un Vanes. De la unión de Ases y Vanes vendrían los germanos
que se dice guardan en su sangre la memoria de los ancestros
hiperbóreos. Aquí puede verse una cierta influencia en las teorías
nazis. Eurípides se refería a Hiperbórea como el “País del Ámbar”, que es la región situada al norte, de donde provendrían los arios. Y según Miguel Serrano, los Tuathas de Dannan de la leyenda irlandesa, son los mismos que los germanos identifican como los Ases, que se supone eran extraterrestres descendidos de los astros.
En el “Libro de Enoc” aparece el relato en el cual Lamec, padre de Noé afirma: “He tenido un hijo diferente a los demás; no es como los hombres, sino que parece un hijo de los ángeles del cielo”.
Robert Charroux, escritor francés de realismo fantástico, indica la
posibilidad de que Noé fuera un hiperbóreo, ya que su padre lo describe
con “la carne blanca como la nieve y roja como la flor de la rosa, y su cabellera blanca como la lana; sus ojos eran hermosos…”.
Y efectivamente, ése es el aspecto con que se describía a los antiguos
hiperbóreos. Según Charroux, hay que tener en cuanta que los nórdicos
sitúan la patria de los hiperbóreos y su capital, Thule, en el extremo
septentrional donde, se cree, debieron aterrizar los primeros seres
llegados de las estrellas. Estos hiperbóreos fueron el origen de una
raza “divina” que se hundió con su continente cuando se produjo un gran cataclismo.
Se considera la esvástica como un signo típicamente ario, con
simbología solar. Los arios dibujaron la esvástica allá por donde
pasaron en su marcha a través del mundo, tal como puede verse en India o
Troya. De esta forma, los arios, en tanto que se alejaban de su lugar
de origen, iban llevando su civilización a las diversas partes del
mundo, instalándose, levantando imperios. y cruzándose con otras razas
humanas. Los primeros arios que se salvaron de la catástrofe, tras la
desaparición de la Hiperbórea polar, emigraron con la esvástica
dextrógira, en dirección al Gobi, en el Asia Central, en aquella época
tierra verde y de grandes bosques, en donde fundaron una gran
civilización, cuyos restos aún podrían encontrarse bajo las arenas de
los desiertos del Asia central. Esta civilización también desapareció. Y
según Miguel Serrano parece que pudo ser debido a una explosión
atómica, que produjo el actual desierto de Gobi.
A esta catástrofe, que afectó a varías regiones de la Tierra, podría
referirse la conocida historia bíblica de la mujer de Lot y su
conversión en estatua de sal. De aquella antigua migración aria en Asia
aún perduran leyendas y conocimientos secretos en los templos del Tíbet,
ahora bajo ocupación china. Los arios que más cerca permanecieron de su
patria original fueron aquellos que se establecieron en Escandinavia.
Esta patria nórdica posterior a la pérdida de Hiperbórea, Escandinavia,
será el origen de las últimas migraciones de arios hacia regiones más
meridionales de Europa y Próximo Oriente. Así, desde Escandinavia,
migrarán los descendientes de los arios que crearían Troya y,
posteriormente, el Imperio de Roma.
Todo parece indicar que los fundadores de las civilizaciones del Asia eran gente de raza aria. Un ejemplo es Irán (“Arián”), que toma su nombre de sus antiguos conquistadores originales. Hasta 1979, el Shah era el “Señor de los Arios”.
No es necesario aclarar el origen de la civilización de la India, la
cual es fundada y civilizada por los arios provenientes del norte.
También se sabe que hacia el Siglo I d.C, el noroeste de China era
habitado por gente de raza blanca o “caucásica” que hablaba un idioma llamado tochario.
A principios del siglo XX, arqueólogos alemanes y franceses que
excavaron en las provincias del noroeste chino descubrieron los grandes
parecidos entre esta lengua supuestamente aislada y los idiomas
germánicos y celtas.
Recientes excavaciones en la provincia de Xinjiang han descubierto
cuerpos momificados de gente que vivió allí hace más de 2400 años. Los
cuerpos habían sido preservados increíblemente bien y los arqueólogos
apenas podían creer lo que veían: Las momias tenían narices largas,
cráneos típicos de la raza blanca, pelo rubio o rojizo, labios finos y
otros rasgos claramente arios. Una momia de una joven adolescente de
pelo rubio se ha convertido en una atracción para turistas.
Aparentemente era una princesa de hace unos 3.000 años, ya que fue
envuelta en ropas bordadas de lana y cuero junto con bellas joyas,
jarros y ornamentos de oro, plata y jade. El Dr. Víctor H. Mair, de la
Universidad de Pensilvania, dijo: “Debido a que los cuerpos
encontrados son sin duda de la familia indoeuropea y porque datan de un
periodo lo suficientemente antiguo como para tener relación con la
expansión de los indoeuropeos desde su lugar de origen, jugarán un papel
crucial en la determinación del lugar de origen”.
Hacia el año 1167 de nuestra era, nace de la tribu de los Kiyad un niño que será llamado Temujin (”El acero más fino“),
en el ámbito geográfico por donde discurre el río Onon, al nordeste de
Ulaan Baatar, actual capital de Mongolia, situada al norte de China. Su
tribu provenía de una unión entre turcos e iranios y, en contra de lo
que pueda parecer, no eran parientes de los chinos, sus ancestrales
enemigos. Temujin tenía el pelo rojizo, tez blanca, de raza blanca y ojos verdes. En 1206, tras años de duras y sangrientas batallas fraticidas, Temujin
y sus hombres salieron victoriosos. El siglo XIII había hecho acto de
presencia y era el momento propicio para que todos asumieran los
designios de un gran Khan. De esta forma, en 1206 fue convocada la “kurultai” o asamblea de notables mongoles. En ella abandonó su nombre Temujin para asumir el de Gengis Khan,
fundador del imperio más extenso de la historia. Los nazis, conocedores
de que Gengis Khan utilizaba una esvástica en su sello creían que sus
élites no eran de raza mongólica sino descendientes de antiguos atlantes
arios.
Todo esto nos indicaría la presencia de la raza blanca en número
importante hasta en el extremo oriental de Asia. Los ainu (palabra que
significa “humano” en el idioma ainu) o ainos son un grupo étnico indígena en Hokkaidō y el norte de Honshu,
en la parte septentrional de Japón, así como en las islas Kuriles y la
mitad meridional de la isla de Sajalín en Rusia. Son también conocidos
como Ezo o Yezo en japonés antiguo, y como Utari (palabra que significa “camarada”
en idioma ainu) que es como hoy en día son llamados. En la actualidad,
hay unos 15.000 japoneses de esta etnia. De orígenes muy antiguos, a los
ainus se les ha atribuido ancestros de tipo caucásico o australoide.
Los ainos habitaban las actuales islas del Japón antes que los
de raza mongólica. De hecho, en la raza del Japón actual, aún pueden
apreciarse rasgos raciales que indican algún mestizaje con esta raza
blanca.
Según Charroux, los “gigantes” hiperbóreos tendrían actualmente una descendencia en los “sumotori”,
luchadores de sumo, que en el Japón son personajes sumamente populares,
situados en la jerarquía inmediatamente después de los dioses y el
emperador. Los aínos son blancos caucasianos, que habrían emigrado a través de Siberia. Su dios “Kamu”
englobaba el sol, el viento, el océano y el oso. Estos montañeses,
contrariamente a los de origen mongólico, eran velludos, fuertes y de
piel sonrosada, bebedores de alcohol caliente y formidables luchadores.
Los demás japoneses, de tez cobriza, serían originarios de las islas
polinesias, de Malasia y del sur de China. En su proceso de decadencia,
los aínos habrían sido derrotados.
Todavía hoy en día, podemos ver esculpidos rostros de origen ario en
lugares tan remotos como las estatuas megalíticas de la isla de Pascua o
en las ruinas de Zimbawe, en África, construcciones de piedra que
fueron edificadas por culturas de las que ya se ha perdido la memoria.
En Norteamérica, hallamos también numerosos restos de la presencia de
arios, como entre los indios Mandan, en Missouri, los megalitos de
estilo celta y torres redondas en Nueva Inglaterra, las ruinas vikingas
en Newfoundland, las inscripciones rúnicas en Dighton Rock, Conecticut y
en Minesotta. En todo el área de Centro y Sudamérica, hallamos leyendas
referentes a “dioses blancos”, leyendas basadas en hechos
históricos reales. Y es que la presencia de hombres de raza blanca en
América con anterioridad a la llegada de los españoles está documentada
en las mismas crónicas de los conquistadores españoles, quienes se
encontraron con individuos y pueblos enteros de raza blanca, y es aún
observable en diversas regiones indígenas, como por ejemplo, en la
región andina peruana de Chachapoyas.
En esta región montañosa situada en las fuentes del Amazonas, a más
de 2.000 metros de altitud sobre el nivel del mar, libre ya de los
terribles calores y mosquitos tropicales y en un ambiente fresco y
verde, en la actualidad existen aún lo que se conocen como “gringoitos”,personas
de rasgos europeos y cabellos rubios, que no provienen de colonos
europeos, sino que su presencia en la región está documentada como
anterior a la conquista española. Ya los conquistadores españoles
hicieron mención en sus crónicas a estos blancos de Chachapoyas, y
especialmente a la belleza de sus mujeres. En una crónica se cita el
nacimiento de un niño al que los chachapoyas consideraban como hijo de
los dioses, por ser tan rubio y tan blanco que aun era difícil
encontrarlos así en la misma Europa. El cronista Cieza de León recoge
algunas notas pintorescas sobre los chachapoyas: “Son los más
blancos y agraciados de todos cuantos yo he visto en las Indias que he
andado, y sus mujeres fueron tan hermosas que por serlo, y por su
gentileza muchas de ellas merecieron ser de los incas y ser llevadas a
los templos del sol [...] andan vestidas ellas y sus maridos con ropas
de lana y por las cabezas solían ponerse llautos, que son señal que
traen para ser conocidas en todas partes“
Los españoles que conquistan América definen a los chachapoyas
blancos, rubios y de elevada estatura, por lo general, un palmo más que
los mismos españoles. Los chachapoyas blancos recordaban la memoria de
que sus antepasados provenían del Este, donde está la región selvática
del Amazonas y más allá el Atlántico. Entre las representaciones que han
quedado escritas en diversos edificios, podemos ver dibujos y figuras
representaciones de barcos de grandes proporciones, lo que nos da a
entender que los primeros chachapoyas, bien podían haber llegado desde
Europa a América vía marítima. Siguiendo las corrientes oceánicas, desde
el oeste de África habrían llegado hasta las costas de Sudamérica,
para, remontando el curso del río Amazonas en barco, finalmente
instalarse en las más frescas regiones andinas, evitando el calor
tropical.
Los chachapoyas eran unos guerreros muy temidos. Utilizaban hondas
como arma y eran maestros en el arte de la trepanación del cráneo, para
aliviar la presión craneal, al igual que los celtas. También coinciden
con los celtas en que coleccionaban cabezas cortadas de sus enemigos.
Construían casas de piedra redondas, con un diámetro de entre 7 y 9
metros, casas idénticas a las celtas. Todavía hoy pueden verse las
ruinas de las murallas de su imperio, muros enormes en elevaciones
montañosas que recuerdan fortalezas europeas. Unas esculturas de rasgos
indoeuropeos, halladas entre barrancos en las montañas, son muy
similares a las que encontramos más hacia el oeste, en el Océano
Pacífico, en la isla de Pascua.
Cuando el conquistador español Orellana, remontando el río Amazonas,
llegó a las inmediaciones de la actual Manaos, los indios de la región
le hablaban de unos hombres blancos, altos y rubios que vivían en
ciudades más allá de la selva y que guardaban inmensos tesoros. Más
adelante, los conquistadores españoles, se encontraron con una
delegación de unos hombres blancos rubios y altos, bien vestidos y de
formas educadas, quienes preguntaron a los españoles sobre la intención
que tenían. Los españoles les dijeron que buscaban convertir la región
al cristianismo y someterles a la corona de Castilla. Se despidieron y
nunca más volvieron a encontrarlos. ¿Podían haber sido unos enviados
chachapoyas, o tal vez de algún otro centro poblado por blancos?. ¿Cuál
es el origen de los primeros chachapoyas blancos que llegaron a América
mucho antes de la llegada de los españoles?. ¿Qué hacían en aquella
región?.
Si nos centramos en los actuales descendientes de los Chachapoyas
blancos, vemos cómo entre ellos predominan aún rasgos raciales nórdicos,
cabellos rubios, ojos claros, piel blanca rosada o pecosa, pese a que
el mestizaje amerindio se halle muy introducido. Si bien, ateniéndonos a
la historia oficial, nos puede parecer un misterio, esto nos demuestra
que América fue conocida y habitada de muy antiguo por pueblos arios,
quienes, tal vez, fueron los descendientes de los “dioses blancos”
creadores de los antiguos imperios. Séis siglos antes de Cristo, surge
en el norte ario de la India el budismo. Según diversos estudiosos,
Buda fue un “iluminado”, un “ariya” que respondía al nombre de
Siddharta, un hombre de raza aria que se mantuvo fiel al código de honor
y lealtad de los antiguos hiperbóreos que antaño habitaban Thule, y que
vino a denunciar la creciente degeneración del brahmanismo de su época.
El barón Julius Évola, esoterista, ideólogo de la derecha italiana
e investigador del budismo, nos dice que, en su forma original, el
budismo es de espíritu puramente ario y proporciona una visión anterior a
la humanidad actual. Como vemos, es indiscutible que la ideología nazi
tiene su origen, además de en los antiguos mitos y relatos nórdicos, en
las lejanas tierras del Asia, donde se hallan numerosas
representaciones de esvásticas desde hace miles de años, y en las
civilizaciones mágicas de la antigüedad. Es más, según la interesada
interpretación nazi del budismo, éste propondría una clara división
entre los arios (“iluminados”) y las otras razas, incapaces por sí
mismas de alcanzar la verdadera sabiduría y el conocimiento.
En el corazón del Asia, hallamos las montañas más altas del mundo y
una inmensa meseta, el Tíbet, situada a una media de más de cuatro mil
metros de altitud sobre el nivel del mar. La guerra mágica que movió los
hilos de la historia hizo que las relaciones entre la Alemania nazi y
el Tíbet fueran más allá de la mera rutina diplomática. Durante el
Tercer Reich, Alemania mantuvo en el Tíbet diversos delegados y
observadores y la celebrada expedición SS de 1938-1939 realizó multitud
de estudios sobre las más diversas cuestiones. Himmler trataba de
verificar la hipótesis de que tras el hundimiento de la Atlántida, el
Tíbet fue habitado por atlantes blancos y que en ese lugar del mundo aún
es guardado el conocimiento de los antiguos y las entradas a su “reino
subterráneo”.
En el Tíbet se conserva el mito ario que habla de reinos ocultos,
principalmente subterráneos, conocidos como Agartha o Shambhala. Existen
tradiciones que afirman que Shambhala sería la capital del Reino de
Agartha de la misma manera que Thule es la capital de Hiperbórea. Sir
Edward Bulwer-Lytton, diplomático y miembro de la sociedad secreta Golden Dawn, escribió en 1871 una novela titulada “La raza futura”. En esta obra se narra la aventura de un pueblo (los Vril-ya)
que emerge del reino subterráneo, en el cual se había exiliado tras un
cataclismo en la superficie de la tierra, y que dispone de una fuente de
energía denominada vril. En dicha novela también se menciona
la guerra entre razas y se considera a los habitantes de ese mundo
subterráneo como descendientes de los arios originales.
Según esta tradición extendida por toda Asia, este pueblo vive en el
interior de la tierra y es superior, en todos los niveles, a los hombres
de la superficie de la tierra. Además, se identifica con propósitos
benéficos (aunque esto no queda muy claro debido a las aparentes relaciones de Shambhala con el régimen nazi) y estaría regido por el “Rey del mundo”, siendo depositario de legendarias civilizaciones desaparecidas, como Hiperbórea, Lemuria, Mu y Atlántida. René Guénon (Abd al-Wâhid Yahyâ), matemático, filósofo y metafísico francés, convertido al Islam, en su obra ”El rey del mundo”
examinó las diversas tradiciones religiosas que confirman la idea de
que las culturas posteriores tienen un origen ario. Por otra parte, para
algunos ocultistas, la esvástica es el gran símbolo del reino
subterráneo, que sería recogido por las tradiciones iniciáticas
orientales y occidentales, y, sobre todo, por el budismo y el
hermetismo.
En esta interpretación, dicho símbolo recrea la rotación del Universo
en torno a un centro fijo generador del movimiento. En esta misma línea
se pronuncia Helena Blavatsky, escritora, ocultista, teósofa
rusa y fundadora de la Sociedad Teosófica, y otros ideólogos que
mostraron gran interés por Agartha y que despertaron el interés del
nazismo. Durante el III Reich se enviaron diversas expediciones al Tíbet
en busca de dicho reino subterráneo y aún hoy continúa ejerciendo una
gran fascinación el documental “El secreto del Tíbet”, basado
en una expedición nazi al Tíbet, que sigue siendo un indiscutible
testimonio de unos años en que el Tíbet era un lugar desconocido para el
resto del mundo. El propósito original de estas expediciones fue muy
similar al que motivó la supuesta expedición a Tiahuanaco, que se basaba
en la creencia de que las montañas más altas del mundo podrían haber
sido el refugio, tras el diluvio, de una raza aria primigenia
proveniente de la Atlántida.
Según el mito de Agartha, los arios primigenios habrían creado reinos
subterráneos en los que seguirían conservando los secretos antiguos.
Esta idea vino avalada por el ingeniero ruso Ferdynand Ossendowski,
quien, en su libro “Bestias, hombres, dioses” describe cómo en
su huída de los bolcheviques a través de Asia central, tuvo noticia del
reino subterráneo de Agarthi, lugar en que se habrían refugiado los
supervivientes de grandes continentes hundidos y que sería la sede de un
Señor del Mundo. El escritor alemán Edmund Kiss se encargaría de
vincular el mito de Agartha con la cosmogonía glacial de Hörbiger, el
gran “guru” científico del nazismo, quien ya apuntaba a una relación
entre la Atlántida y el Tíbet.
La obra de Hanns Hörbiger es revolucionaria. La Cosmogonía Glacial (Glazial Kosmologie,
1913) es una visión de mundo absoluta y trascendente. Es una concepción
del Universo, de la Tierra, de la vida y del espíritu que responde,
básicamente, a tres interrogantes: ¿qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A
dónde vamos? Se sustenta sobre dos elementos en combate eterno: la lucha
complementaria entre el Hielo y el Fuego, y entre las fuerzas de
repulsión y atracción que se generan a partir de esta dinámica. Esta
conflagración que rige a los espacios cósmicos y a los cuerpos celestes,
rige asimismo a la Tierra y a toda la materia viviente del planeta,
determinado de esta manera, los patrones cíclicos que se traducen en
catastróficos procesos que han asolan al planeta, cuyo recuerdo ha sido
transformado en mito y leyendas en distintas regiones del mundo.
De acuerdo a la Cosmogonía Glacial, en la espiral descrita por las
órbitas planetarias de acuerdo a Hörbiger, Marte será próximamente
atraído a la órbita terrestre para convertirse en su satélite. Sin
embargo, su órbita será mayor y al fin, el planeta rojo se verá
absorbido por la atracción del Sol. El paso de Marte significará una
grandiosa destrucción de la Tierra, debido al aumento ostensible de la
temperatura y a los considerables efectos gravitacionales. Tras un
ciclo, la Tierra se transformará en un planeta de Hielo, que asimismo
será atraído al Sol, junto a otros cuerpos de naturaleza similar, los
que se fundirán en la masa ígnea solar hasta que estalle, y de esta
manera, todo el proceso cósmico se reiniciará una vez más.
La expedición alemana al Tibet logró crear una actitud positiva
respecto a la Alemania nazi por parte de los tibetanos. Bajo el lema del
“Encuentro de la esvástica occidental con la oriental”
lograron establecerse contactos políticos de alto nivel con el gobierno
tibetano que se manifestaron, entre otros, en la declaración oficial de
amistad que Qutuqtu de Rva-sgren, el regente tibetano, puso por escrito a la atención del “notable señor Hitler, rey de los alemanes, que ha conseguido hacerse con el poder sobre el ancho mundo”. También en el documental se ve una larga cola de tibetanos que acuden a ofrecer regalos a “los primeros alemanes que son recibidos aquí”,
lo que no es del todo cierto, ya que Schäfer había participado
anteriormente en dos expediciones al Tíbet realizadas por un equipo
germano-estadounidense.
Nimrod del Rosario (llamado Luis Felipe Moyano)
nació en Argentina y vivió en la Antártida más de un año. Elaboró un
cuerpo de sabiduría gnóstica pretendiendo explicar absolutamente todo lo
que existe, existió y existirá. Practicó el tantrismo alquímico y
utilizó terminología del psiquiatra suizo Jung, que se manifiesta con su
frase: “Donde Jung concluyó, comencé yo“. Relata la
conspiración urdida por Schäfer en su expedición al Tíbet sirviendo a
los intereses de Shambhala. Su expedición al Tíbet regresó con el Kangschur, un conjunto de sagradas escrituras tibetanas de 108 volúmenes. Además sus jefes, recibieron el ritual del Tantra Kalachakra. Dicho ritual es la “iniciación suprema”
del budismo tibetano. Esta iniciación vincula a Shambhala en el momento
de la lucha final entre las fuerzas del bien y del mal.
Entre los nazis que se aventuraron por las altas regiones del
Himalaya y el Tíbet, encontramos en lugar preferente a Heinrich Harrer,
montañista, deportista, geógrafo y escritor austriaco, quien narra sus
aventuras en su libro “Siete años en Tíbet”, en que se basa la
película del mismo nombre. Harrer fue detenido el año 1939 en la India,
justo al empezar la guerra y finalmente, tras varios intentos, consigue
fugarse del campo de concentración donde estaba detenido por los
ingleses alcanzando el Tíbet en mayo de 1944. Gracias a los delegados
alemanes que permanecían en Lasha, Harrer pudo establecer contacto con
las autoridades tibetanas, llegando a convertirse finalmente en
instructor y hombre de confianza del Dalai Lama. Harrer pertenecía a la “Orden Negra” de las SS desde 1938 y era miembro delos “wandervogel” o “pájaros errantes”.
Este era un movimiento juvenil que predicaba el retorno a la naturaleza
y un estilo de vida alejado del entorno urbano, por lo que muchos de
sus miembros eran montañeros y escaladores.
Cuando los ingleses le detienen en la India, Harrer estaba junto a
otros camaradas en una expedición para alcanzar la cumbre del Nanga Parvat,
una montaña del Himalaya, de 8126 metros de altitud, situada en el
actual Pakistán. Un año antes, en 1938, cuando ya era un miembro SS,
Harrer y otros tres escaladores del mismo cuerpo, ascendieron por
primera vez la cumbre del Eiger (Suiza) por la cara norte. La aventura
se considera aún hoy en día una hazaña del alpinismo. Durante los tres
días que duró la ascensión Hitler estuvo informado de los progresos de
la expedición y, tras su brillante resultado, quiso conocer a los
protagonistas. Aunque nunca se haya declarado oficialmente, se ha citado
documentos desclasificados tras la guerra según los cuales en el búnker
de Berlín se hallaron varios cuerpos con rasgos tibetanos, lo que
vendría a demostrar que la relación con el Tibet tuvo gran importancia
para el III Reich.
La esvástica es el símbolo considerado por muchos investigadores como
el más antiguo de los empleados por los hombres. Está extendido por
todo el planeta y es conocido su uso en civilizaciones como los
indoarios, chinos, japoneses, hindúes, mongoles, celtas, aztecas, vascos
y muchas otras. Su significado más antiguo es el del símbolo del sol
nórdico y era objeto de culto y respeto, siendo signo de los arios. Está
vinculado al mundo mágico, espiritual y a los “dioses cósmicos”
como Shiva, dios indo-ario que tenía en sus representaciones inscrita
la esvástica y que es portador de la misma energía universal que porta
Odín o Wotan (llamado Odín en Escandinavia y Wotan en Germania). La
cruz gamada significa “la gran rueda del llegar a ser”, rueda que gira
irresistiblemente sobre su propio centro inmutable marcando su destino,
su manifestación espacio-temporal.
La esvástica “sinistrógira”, orientada hacia la izquierda,
que es la que adoptaron los nazis, se dice que simboliza el camino de
retorno hacia el origen, hacia Hiperbórea. Según Miguel Serrano la
esvástica es un signo del sol nórdico de origen ario, post hiperbórico.
Tras la desaparición de Hiperbórea y la desviación del eje terrestre,
comenzaron las estaciones. Y los arios hiperbóreos aportan este signo
de origen rúnico de la Runa Gibur, representando el sol
promotor del Año Terrestre y del movimiento de las cuatro estaciones.
Así, los cuatro brazos de la esvástica representarían la primavera, el
verano, el otoño, el invierno y su movimiento, desde el centro fijo e
inmutable dentro del círculo del año. Según sea el lado a que se dirijan
las prolongaciones de la Cruz, así será el movimiento de la esvástica.
Los alfabetos rúnicos son un grupo de alfabetos que comparten el uso de
unas letras llamadas runas, que se emplearon para escribir en las
lenguas germánicas en la Antigüedad y la Edad Media, antes y también
durante la cristianización, principalmente en Escandinavia y las Islas
Británicas, además de la Europa central y Oriental.
Según los esotéricos nazis, cuando se mueve hacia la derecha – esvástica dextrógira– se representaría la pérdida de la Edad Dorada,
tras el hundimiento de Hiperbórea, con el desvío del eje terrestre.
Según explica Miguel Serrano, esta esvástica dextrógira simboliza el
éxodo o migración Polar de los semidivinos arios hiperbóreos y
la variación del movimiento giratorio de la tierra sobre sí misma. Puede
comprobarse esta variación en las conchas de caracoles marinos y de
algunas piedras de gran antigüedad, encontradas en la Antártida, cuyas
espirales están girando en dirección contraria a la rotación actual de
la Tierra. La esvástica “dextrógira” está girando en la dirección de las agujas del reloj y de la Tierra actual. La esvástica “levógira”,
que eligieron los nazis como su símbolo, gira en dirección inversa a
las manecillas del reloj y de la rotación de la Tierra actual. Esta
esvástica “levógira” representa el regreso a la remota Hiperbórea.
Entre las extraños comportamientos nazis, se afirma que la guerra
esotérica de Hítler fue hecha para conseguir el retorno a la Hiperbórea
extraterrestre, con el fin de cambiar la faz de la Tierra. También la
religión Bo, del antiguo Tíbet, anterior al Budismo Mahayánico, tenía como emblema la esvástica “levógira”.
Pero en cualquiera dirección que se represente la esvástica, es
originalmente un símbolo rúnico de los pueblos nórdicos, con sus héroes
de origen divino.
El mismo dios Thor, “dios de la fragua y de los herreros”,
representante por excelencia de la mitología nórdica, porta el martillo
con la esvástica, con el que protege a los hijos del Sol Negro. Se hace
notorio recordar la enigmática celebración nazi del solsticio de verano,
momento de la victoria de la luz del Sol sobre las tinieblas, o de “los hombres del sol sobre los de las tinieblas”.
Respecto al águila imperial nazi, Alfred Rosenberg, colaborador de
Hitler y responsable de los territorios ocupados por Alemania durante la
Segunda Guerra Mundial, afirmaba que los “aryas” situados en las más elevadas mesetas y regiones del Asia Central hicieron del “pájaro de las cumbres (el águila) el rey de las montañas… aquél que puede mirar el Sol de frente, cara a cara…”.
El Águila del Imperio, portadora del signo del imperio (la esvástica) y
situada sobre el estandarte nazi alemán es el mismo símbolo que
utilizaban las legiones romanas y las tropas napoleónicas.
El Emperador Juliano, el “último emperador romano”, tuvo una visión la noche antes de morir a causa de una herida de guerra en Persia: vio el Águila del Imperio de Roma (signo de Zeus-Júpiter)
que volaba hacia Oriente, para refugiarse por casi dos milenios en las
montañas más altas del mundo (el Himalaya). Transcurrido el tiempo
indicado, el águila, volvía a Occidente portando el símbolo sagrado (la
esvástica). Es este el contexto en el que debemos hallar el significado
del águila nazi trayéndonos la esvástica desde las montañas más altas
del mundo. De esta forma, los nazis pretendían ser los depositarios de
la tradición imperial, reivindicando el derecho de ser legítimos
herederos del Imperio Romano y del águila de Zeus-Júpiter.
Algunos opinan que el alfabeto rúnico se desarrolló tomando como base
el griego, pero otros investigadores han hallado evidencias de una
escritura prerrúnica muy antigua que data de finales de la Edad de Hielo.
El alfabeto rúnico tiene 24 letras y cada letra tiene en sí misma un
significado mágico y místico simultáneamente. El conocimiento de las
runas lo consiguió Wotan (Odín) colgándose por nueve días en el árbol
cósmico (Yggdrasil) e hiriéndose con una lanza en el costado, en lo que
es una práctica iniciática claramente chamánica. Proyectadas en rituales
mágicos, los antiguos germanos dotaban a las runas de grandes poderes.
Yggdrasil es un fresno perenne: el árbol de la vida, o
fresno del universo, en la rica mitología nórdica. Sus raíces y ramas
mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim,
Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De
su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado
por Mímir. A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era
el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una
multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los
dioses a los que este representaba. Pero también contaba con la ayuda de
las nornas que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un
puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el
arco iris, todos los dioses cruzaban por él para entrar en el Midgard.
Yggdrasil rezuma miel y cobija a un águila sin nombre que entre sus ojos
tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada
Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr y a cuatro ciervos, Dáin, Dvalin,
Duneyrr y Duraþrór. Cerca de sus raíces habitan las nornas.
Tácito describió en su obra “Germania” una práctica oracular
basada en varas de madera con unos grabados que eran runas. Debidamente
ritualizadas, las inscripciones rúnicas en espadas u otros objetos los
dotaban de un poder excepcional. Sobre las runas de las SS nazis, su
origen se sitúa en los antiguos guerreros germánicos, los cuales
esculpían los signos rúnicos sagrados en la vaina de las espadas que
utilizaban en el combate. Se les atribuía a estos signos un valor mágico
de sabiduría, protección y poder, siendo grabadas también en los navíos
y los lugares solemnes para dar seguridad y estabilidad al pueblo. Los
SS se identificaban con estos guerreros germánicos teutones y con su
mitología por ser guardianes ancestrales de la perdida Hiperbórea.
El barón Sebottendorf, fundador de la Orden de Thule, que tanto influyó en la génesis del nazismo, consideraba que las runas constituían “el poder esotérico primigenio”.
Rudolf J. Gorsleben, investigador próximo a la ideología nazi, trató
de reconstruir la ciencia espiritual de las runas y de sus poderes
mágicos como conductoras de la energía que anima el universo entero e
influye en el mundo material. Según afirma, las runas son el vínculo
entre el macrocosmos y el microcosmos del hombre ario posibilitando la
unión mística con Dios. Asimismo considera que la más sagrada de todas
las runas sería Hagal, que se hallaría presente en el hexágono, la flor
de lis de la heráldica e incluso en la pirámide de Keops, ya que la
civilización aria primigenia había sobrevivido bajo diversas formas
culturales. Gorsleben también afirmaba que las distintas formas de
cristalización mineral serían proyecciones sólidas y geométricas de las
runas, su materialización cósmica.
Guido von List, que se dedicó al estudio del significado de
sabiduría oculta relativa a los arios, sufrió once meses de ceguera
transitoria y afirmaba que durante esta época su ojo interior le hizo
vislumbrar lo que el llamaba religión germánica y el origen de las runas, revelaciones a partir de las cuales trató de reconstruir la lengua aria primigenia
que, según afirmaba, dio lugar a todas las demás. Afirmaba que este
lenguaje es un lenguaje mágico en el cual cada palabra tiene un poder
vinculado a un principio absoluto. List interpretó, por una parte las
letras y sonidos de las runas y, por otra, las inscripciones y emblemas
antiguos y expuso sus resultados en “El secreto de las runas”
(1907). El ocultismo rúnico surgido de este trabajo constituyó la
principal clave del esoterismo de List, que obtuvo notable popularidad a
comienzos del siglo XX, especialmente durante la Primera Guerra
Mundial.
Karl María Wiligut, conocido en algunos entornos nazis como el “Rasputín”
de Himmler, aseguraba haber recibido sus conocimientos ocultistas de su
abuelo. Para Wiligut las runas contienen en su código cifrado la
historia entera de la creación del hombre, originada en tiempos
inmemoriales en los territorios del Polo Norte, que constituirían la
antigua Hiperbórea. Allí había residido una raza etérea y luminosa de
profundísima sabiduría que, sin embargo, se habría ido degenerando con
el tiempo. En la actualidad sólo los iniciados tienen acceso al
misterioso lenguaje de las runas, accesible a través de claves secretas.
Himmler encargó a Wiligut el diseño de un anillo con el que honrar
los méritos extraordinarios de los miembros más destacados de la SS, el
llamado “anillo de la calavera”, que se entregaba acompañado de
un certificado que describía tanto la ornamentación como su simbolismo.
En este anillo, figuran la esvástica y tres signos rúnicos. cuyo
significado ha sido tomado casi literalmente de Guido von List: La leyenda de la esvástica es “sé uno con Dios, el Eterno”; en la runa Hagal dice: “vela por el universo que hay en ti y dominaras el universo”; en la runa Sol figura: “el espíritu creador siempre vence”; y en la doble runa Sig, ideada por el propio Wiligut, se indica lo siguiente: “la fuerza de tu espíritu te hace libre”.
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