Por
Guillermo Hernandez Barbosa
Desde cientos y quizá miles de millones de giros orbitales de la tierra en el
pasado, cuando aún el ser humano no efectuaba su aparición en éste planeta;
miríadas de seres de luz, de muy diversas condiciones dimensionales, prepararon
este globo como un nicho que sirviera de hábitat para otra experiencia más de
siembra genética espiritual, en otro más de los millones de giroscopios que van
llegando a punto evolutivo para ser utilizados durante un ciclo del Universo
Local.
Las Humanidades, cual milpas de maíz o de siembra de trigales, corren el
riesgo de perderse ante las inclemencias del clima, las enfermedades, las
plagas y hasta de depredadores insaciables.
¿Quién mejor que el sembrador que
preparó la tierra y la semilla para cuidar del sembrado, de la floración, de la
cosecha y del grano aún ya segado?
Eso han sido los maestros hortelanos
designados o venidos por voluntad a auspiciar como tutores a esta aturdida
humanidad terrícola que hoy aún no recuerda sus albores.
Pero así como en el
sistema educativo los maestros se van relevando en la medida del avance de los
chicos, hasta hacerse jóvenes y adultos productivos, los maestros de esta
Humanidad también se relevaron, y así llegó el momento en el cual, era
indispensable la apertura de las lecciones de alta alquimia, de alta teúrgia,
de cálculos precisos, de instructivos que romperían todos los esquemas porque
obedecen a verdades espirituales de Reinos de Armonía, que no a verdades
relativas de los inframundos materiales.
El tiempo de los Maya, había llegado.
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